Hoy me ha dado por recopilar unos pocos retratos femeninos que me atraen con un magnetismo que no sé explicar. No tiene mucho que ver con su factura técnica, digamos que son miradas en las que alguna vez creí ver reflejada la mía, la de quien soy o me gustaría haber sido, y que me apetecía compartir con vosotros.
Leonardo da Vinci "La dama del armiño" (1490)
La joven parece pensativa, abstraída en su mundo, serena y reflexiva, como escuchando una música de fuera del cuadro que sólo ella puede percibir. La mano, de finos dedos pero tamaño ligeramente desproporcionado, apenas se posa sobre su animal de compañía. Éste, en cambio, parece a punto de saltar sobre todo aquél que se atreva a interrumpir las cavilaciones de su dueña.
La joven parece pensativa, abstraída en su mundo, serena y reflexiva, como escuchando una música de fuera del cuadro que sólo ella puede percibir. La mano, de finos dedos pero tamaño ligeramente desproporcionado, apenas se posa sobre su animal de compañía. Éste, en cambio, parece a punto de saltar sobre todo aquél que se atreva a interrumpir las cavilaciones de su dueña.
No se sabe mucho sobre esta dama misteriosa, pero tranquilos, que pronto vendrá algún cazafortunas a sugerir que el bueno de da Vinci escondió en ella el secreto de comer chuches sin engordar y la fórmula perdida de los peta zetas. Entre tanto tendremos que conformarnos con la atribución más común a Cecilia Gallerani, amante de Ludovico Sforza, duque de Milán. Por cierto que aceptamos armiño como animal de compañía, nunca mejor dicho, puesto que los expertos piensan que podría tratarse de un hurón, más fácilmente domesticable. En cualquier caso la dama es la personificación del porte regio y la elegancia que me gustaría tener, y bueno, no da yuyu como la Belle Ferronière.
Federico de Madrazo "La condesa de Vilches" (1853)
No sé por qué desde que me la tropecé en el Museo del Prado me dio por pensar que debía ser una guarrilla. En el sentido positivo del término, que reivindico incluso para mí misma, por qué no. Tal vez sea por sus manos, que sostienen con indolencia el abanico de plumas o la pose descuidada pero estudiada al milímetro, pero sobre todo me lo sugiere el mohín coqueto y la mirada pícara. También despierta mis simpatías por su piel blanquísima y las formas rotundas, que compartimos. ¡Qué demonios! Ojalá hubiera nacido en esa época donde el canon estético no martirizaba a las mujeres con curvas.
Toulouse-Lautrec "La toilette" (1896)
Obra maestra del sugerir sin llegar a mostrar. Ante nuestros ojos queda expuesta toda la belleza de la espalda desnuda, con las medias a medio poner, en contraste con el cabello pelirrojo perfectamente recogido en un moño de alguna de las mujeres que trabajaban en los prostíbulos de París a los que era asiduo el pintor. Se trata de una escena íntima, tal vez el baño, tal vez un momento de descanso después de haber atendido a algún cliente. En cualquier caso deja esa sensación de estar mirando a través de la mirilla de la puerta una escena a la que no deberíamos estar invitados. Así que shhh, salgamos de puntillas.
Al hilo de estos retratos, aunque sea ya antiguo, creo que merece la pena volver a ver este video como un curioso y bello homenaje a la imagen de la mujer en el arte a través de los siglos:
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on jueves, 12 de febrero de 2009
at 8:28
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