Apuesto a que no soy la única que tiene amigos crédulos que le envían a todas horas correos del tipo "ayuda a esta niña enferma", "cuidado si te hechan dronjas en el colacao en las discotecas", "cierran el hotmail", "envíalo y ganarás un móvil"... Me hace gracia que crean de verdad que si no envían esas cadenas al pie de la letra les pasará lo que a los personajes de la deliciosa viñeta de mi admirado Alberto Montt. Y reconozco que soy una aguafiestas y les suelo enviar la contrarréplica basada en las páginas antihoax o antibulos más famosas: click y clock. El caso es que hoy me apetece hablaros del primer hoax o leyenda urbana de la historia, de cuando ni siquiera existía internet.
Parece ser que la primera vez que se utilizó un bulo como arma de destrucción masiva (o misiva) fue a principios del siglo XVII por parte de Jonathan Swift, el autor de "Los viajes de Gulliver". Éste se ganaba la vida en Londres escribiendo un almanaque astrológico bajo el pseudónimo de
. En medio de ese clima de expectación, el 29 de marzo apareció una carta anónima (no hace falta decir quién estaba detrás) en la que el autor relataba que había estado en el lecho de muerte del astrólogo, y que éste le había confesado que estaba completamente deprimido por la predicción de y sus fundadas acusaciones de fraude. Muriendo finalmente a causa de esa preocupación el día 29 de marzo a las 19:05, tal y como había sido pronosticado.
El primer sorprendido fue Partridge, evidentemente, más que nada porque había pasado el día celebrando con sus amigos la derrota de su oponente. Pero se le iba a helar la sonrisa. El rumor era tan convincente que circuló como la pólvora por Londres. Las campanas de las iglesias tocaban en su honor, y colas de curiosos y de enterradores se agolpaban en su residencia para hacerse cargo de sus exequias. Pero lo peor sin duda fue que fue retirado del registro oficial, con lo que fue declarado legalmente muerto.
Todos sus intentos de convencer a la gente de que seguía vivo y sano fueron infundados, en un tiempo donde no había periódicos ni televisión, y no era sencillo desmentir con una simple carta lo que en la calle la gente creía a pies juntillas. Su carrera como astrónomo cayó en picado, y pasó los pocos años que le quedaban de vida intentando convencer al mundo, sin éxito, de que él era el verdadero J
No sé, visto lo visto quizás lo mejor sea reenviar esos hoax a todos mis contactos... que me caigan mal.
Parece ser que la primera vez que se utilizó un bulo como arma de destrucción masiva (o misiva) fue a principios del siglo XVII por parte de Jonathan Swift, el autor de "Los viajes de Gulliver". Éste se ganaba la vida en Londres escribiendo un almanaque astrológico bajo el pseudónimo de
. En medio de ese clima de expectación, el 29 de marzo apareció una carta anónima (no hace falta decir quién estaba detrás) en la que el autor relataba que había estado en el lecho de muerte del astrólogo, y que éste le había confesado que estaba completamente deprimido por la predicción de y sus fundadas acusaciones de fraude. Muriendo finalmente a causa de esa preocupación el día 29 de marzo a las 19:05, tal y como había sido pronosticado.
El primer sorprendido fue Partridge, evidentemente, más que nada porque había pasado el día celebrando con sus amigos la derrota de su oponente. Pero se le iba a helar la sonrisa. El rumor era tan convincente que circuló como la pólvora por Londres. Las campanas de las iglesias tocaban en su honor, y colas de curiosos y de enterradores se agolpaban en su residencia para hacerse cargo de sus exequias. Pero lo peor sin duda fue que fue retirado del registro oficial, con lo que fue declarado legalmente muerto.
Todos sus intentos de convencer a la gente de que seguía vivo y sano fueron infundados, en un tiempo donde no había periódicos ni televisión, y no era sencillo desmentir con una simple carta lo que en la calle la gente creía a pies juntillas. Su carrera como astrónomo cayó en picado, y pasó los pocos años que le quedaban de vida intentando convencer al mundo, sin éxito, de que él era el verdadero J
No sé, visto lo visto quizás lo mejor sea reenviar esos hoax a todos mis contactos... que me caigan mal.
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on miércoles, 26 de noviembre de 2008
at 22:15
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