Imagino que es difícil encontrar el equilibrio entre imprescindibles nociones técnicas (muñeca arriba, ese arco abajo, coloca la voz...) y pasarlo bien con la música y con sus amigos, que es lo que buscan los niños. No siempre las clases pueden ser divertidas todo el tiempo, pero desde luego tampoco debería ser como antes, que cuando nosotros acabamos el conservatorio podíamos tocar muy bien un instrumento, pero éramos incapaces de improvisar ni cuatro notas, porque tantos años de estudio nos habían robado la creatividad natural que todos los niños tienen. Eso sin contar el ambiente de competitividad en que se les hace vivir muchas veces.

Por eso reconozco que ahora mismo prefiero sacrificar algo de perfección si a cambio puedo conseguir cosas quizás no tan ortodoxas, pero que tienen magia y sonrisas como éstas:

Coro Sotto Voce y La Cigale de Lyon



Joven Orquesta de Venezuela "Mambo", del West Side Story de Bernstein