Amarga nochevieja  

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El otro día os contaba que, a pesar de los pesares, me sigue gustando la navidad. Sin embargo tengo que confesar que no trago la nochevieja. Pero si es una mala copia de la nochebuena en la que por no haber no hay ni regalos.

Primero la familia se reúne, aunque ya no todos por aquello de que los jóvenes quieren armar el cotillón por su cuenta, en torno a la beatísima sor televisión. Como en "El día de la marmota" se repiten los programas de todos los años: el especial de humor refrito, la pugna por ver cuál es el último anuncio antes de las campanadas, un karaoke de presentadores que se creen cantantes y los especiales de después, con cantantes que... ejem, también se creen cantantes. Eso sin contar con la también tradicional Anita la fantástica Obregón enseñando pechuga y Ramonchu con unas pintas que no sabes si le va a dar un muerdo en el cuello o se va a ir a sobrevolar el campanario de la puerta del sol.


Claro que, para ser sinceros, casi lo prefiero al año en que mis padres se empeñaron en que fuéramos todos a ver las campanadas en directo en el ayuntamiento con el calvo talifan de Alonso y la del Tomate. Yo es que necesito mi tiempo para pelar y quitarles las pepitas a las uvas si no quiero empezar el año ya no con mal pie, sino con uno en la puerta del hospital. Porque ya no es sólo lo de las uvas, en casa se ponen pesados con supersticiones de lo más extrañas, que te las ves y te las deseas para no esgonciarte con eso de tomar el cava sólo apoyando el pie derecho, cuando encima hay que ponerse dinero dentro del zapato y todo mientras tratas de no tragarte la sortija de oro que te regaló tu madrina y que navega dentro de tu copa.

Luego se supone que hay que salir por ahí con la diferencia de que no es un día normal, no, es un día en que todos los bares están atestados de niñatos con la corbata en la cabeza y niñas atérmicas en vestiditos de tirantes aunque haga bajo cero en la calle. Vamos, que ahí no entra el futbolín ni de canto. Y antes vendería mi alma a Xuxa Ram que pagar el páncreas por ir a una fiesta pija de esas de música bacaladera y en las que vuelves con el vestido lleno de lodo hasta las rodillas. No, no queréis saber de dónde viene el lodo así que no os lo pienso decir.

Pero encima de estar todo plagadito de gente intentado trincarse el mismo número de copas que de campanadas, esa noche se supone que si no te quedas hasta las mil de la mañana eres una aburrida. Hay que aguantar hasta la hora de tomar el chocolatito con churros por lo menos. Lo malo es que es el único día al año en que en tu cafetería de siempre, en esa en la que el camarero según te ve te sirve el café como a ti te gusta y el periódico abierto por la sección de deportes, te plantan un chocolate de polvos en un vaso de plástico y cuatro churros grasientos y te los cobran a 4 euros. Por supuesto olvídate del periódico y el buen rollito con el camarero, porque ese día han forrado con plásticos la sección del kiosko, con sus revistas y las chuches, como si los clientes fuéramos delincuentes juveniles y entráramos con la intención de mangar una revista porno y tres huevos kinder.

En vista del desolador panorama hay quien decide quedarse en casa, que total hay 364 noches más al año en las que no tienes ni que estrenar traje ni pasar frío para no desentonar (vaaaale, menos si descontamos carnaval o las bodas). Además, total, no hay quien localice a nadie para saber dónde está, con tanta gente mandándose la felicitación moñas del año por el móvil. El problema viene cuando enciendes la tele y cuando al fin el decimoséptimo, ejem (qué tos más tonta, oiga), cantante termina su actuación en todas las cadenas... comienza la teletienda. Sin duda no puede haber forma mejor de empezar el año que agrandarte la chorra, esculpirte los abdominales con descargas eléctricas para que puedas rallar queso en ellos, pedir un crédito recostado en una cama que resiste a dos focas y se hincha con sólo mirarla (si al menos fuera una muñeca, pensaría más de uno) y después meterte en tu propia sauna portátil mientras utilizas tu depilador nasal. Yo también dudaba, pero los análisis de estos productos de Estable dentro de la gravedad me han convencido: click, clock.




Vamos, yo lo pienso hacer todito este año. Bueno, menos lo de la chorra, primero tendría que encontrar el anuncio donde me vendan una o liberar a Willy, si antes consigo encadenar al costillo a la pata de la cama. Así que he decidido cambiar esa parte por su versión femenina, que he encontrado en este bonito sillón que debe ser la mar de cómodo, a juzgar por lo contenta que se ve a la presentadora:


Feliz año nuevo a todos y feliz supervivencia a la noche más extraña del año.

Frases grandes: puaj  

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"La verdad es que no entiendo cómo la gente puede pagar tanto dinero por comer estas cosas. A mí es que las huevas de centurión nunca me han entusiasmado"
(oído a señora sesentona en un restaurante).

Resacosa navidad  

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¿Qué tal va esa resacona navideña? ¿Ya habéis terminado de montar el juego por piezas del sobrino? ¿La prima que comienza su primer año de biología ha amenizado la cena describiendo cada una de las partes de los langostinos? ¿Alguien más sufre como yo los síntomas de intoxicación por marisco en mal estado?

Para seguir en el espíritu de las fiestas os dejo con un par de villancicos. ¡Eh! ¿A dónde huís todos? Ya sabéis que a estas alturas del año esa palabra me produce una especial alergia, puesto que tengo a los enanos cantándolos desde el 1 de octubre para que todo salga bien tres meses después. Así que he escogido unas versiones... diferentes para todos los gustos (o disgustos). Así que nada, a tocar el wiwichu se ha dicho, ya sea de modo rockabilly, celta o jazz.

Brian Setzer "Run Rudolph run"


Moya Brennam "Carol of the Bells"



Transiberian Orchestra "Carol of the Bells"
(cortesía de Deirdre)


Diana Krall "Jingle Bells"



Y para los que no puedan ya más con villancicos de ninguna clase, recomiendo escuchar esta versión al piano de esas edulcoradas canciones en modo menor. Como ya demostrara Mahler en la sinfonía Titán convirtiendo en maquiavélico el inocente "Frère Jacques" (sí hombre, el de "suenan las campanas, suenan las campanas, din don dan)", si le quitas la tonalidad mayor el resultado es de todo menos alegre.

Dulce navidad  

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Bueeeeno supongo que ha llegado el momento de escribir un post sobre la navidad. Una intenta estrujarse las neuronas para no caer en los tópicos de siempre. A ver, contar un cuento... no, que ya lo ha hecho Gondolero. Felicitar las fiestas de manera original... mmm... más que Zafferano no creo.

Pues nada, no hay manera. Tendré que contar qué es para mí la navidad, como en esas redacciones del cole en las que de premio si ganabas te regalaban... libros para la biblioteca del centro. ¡Bieeeeen! Lo que todo niño está esperando, vamos, si es que los organizadores no podían haber pensado nada más chachi.


Ante todo hay que decir que no sé por qué la redacción que siempre ganaba solía tener por protagonista a alguien que odiaba la navidad y finalmente, gracias a la alegría candorosa de sus vecinitos terminaba cantando villancicos a pleno pulmón y revolcándose por el suelo haciendo ángeles de nieve. Parece que ser que es lo que está de moda: odiar la navidad.

Puedo entender que para muchos no sean unas fiestas agradables. Son fechas en las que es inevitable recordar a los que ya no nos pueden acompañar, y aquellos que habitualmente están solos o tristes se sienten mucho más fuera de lugar en un ambiente donde todo el mundo es tan artificialmente feliz. Nunca mejor dicho, teniendo en cuenta que los espectadores que aparecen en esos especiales de la tele tirándose cotillón están pasando un calor de tres pares, al grabarlos en pleno agosto.

Vale, comprendo eso y que los villancicos de los pitufos maquineros de los centros comerciales llenos a rebosar inciten a la violencia más primaria. Pero por lo demás a mí es que me pirran estas fiestas. Supongo que se explica porque, como bien definió Salarino, soy misoneísta. Es decir, que soy hostil a las novedades y cambios. Y la nochebuena tiene ese componente de mil y un tradiciones que se repiten desde que eres pequeña y te devuelven a un tiempo en que toda tu vida estaba por escribir y mirabas adelante con ilusiones nuevas. No como ahora, que no quieres ni mirar de reojo por si doña crisis y don paro te hacen señales con la mano.

Primero está el tradicional Belén, porque a mí el árbol de plástico nunca me hizo mucho tilín. Tal vez si este año le pusiéramos unas luces de navidad de Yoda cambiaría de opinión, no sé. El Belén en mi casa es cierto que sí ha ido cambiando desde aquél de figuritas de plástico en el que los conejos eran mayores que los pastores, a uno de pasta de papel que tal parece de barro. Sólo echo en falta esos soldaditos verdes que si te descuidabas el capitán Haddock ya había apostado por entre el musgo y las montañas de escoria para sitiar el portal. Oye, le daba un toque a Israel moderno que no veas. Ahora el único detalle incongruente que nos queda es que al lado del portal mi madre ha instalado una pocilga con una piara de cerdos hermosísima que no sé yo de qué les iba a servir en un pueblo donde no se come el cochinillo.


Luego tenemos el día de nochebuena en sí, que comienza cuando mi madre se sienta, por única vez al año, al piano a tocar villancicos. Después viene el cenorrio, donde se junta toda la familia y no pueden faltar platos que, por lo que sé, sólo deben ser tradicionales en mi casa: entremeses con huevo hilado o ensalada de escarola y granada. El resto de mariscos, carne rellena y dulces ya deben ser más corrientes. Son entrañables también las discusiones con tus tíos y tías a los que apenas ves. Es curioso comprobar cómo a medida que vas creciendo te dan la barrila con distintos temas: para cuándo un trabajo, a ver cuándo te echas novio, a ver si ya te nos casas, para cuándo un niño, ahora que tienes al niño a ver si te animas a por la parejita, ¿pero aún no os habéis divorciado? El asunto varía, pero la esencia permanece: no estar nunca contentos con nada. Aaaah, la famiglia, il girociclo. El otro tema recurrente es el de adelgazar y las dichosas oposiciones. Pero a mí no hay quien me amargue una cena con platos tan ricos, si se ponen plastas me abstraigo en mi mundo feliz donde los langostinos, bebidas y panettones parecen no tener fin y contribuirán a engrosar mis curvas peligrosas de manera que den que hablar el año próximo.


Por supuesto el ingrediente principal que no falta nunca es la llamada de Papá Noel. Todos los años mi padre salía sin que nadie le viera, llamaba a la puerta y escapaba corriendo unos pisos más arriba mientras todos los niños salíamos dando gritos de alborozo escaleras abajo hacia el portal. Siempre había alguno de nosotros que creía haber visto algo, el reflejo rojo del traje de Papá Noel en el espejo o una cagarruta de reno, cuanto menos. El problema vino un año en que estuvimos al punto del desastre, cuando al perro se le ocurrió ir escaleras arriba y no había quien le convenciera de que en la calle estaba lo interesante.

La noche termina con ese momento en que los mayores se vuelven niños montando el monstruoso juguete por piezas, mientras las niñas se hacen las mayores contando sus amoríos adolescentes. Lo mejor es que al día siguiente se vuelve a repetir la comilona, esta vez con macedonia de postre por aquello de desengrasar algo y la misma cháchara de tus tíos. Sólo se añade el juego de sobremesa familiar. En casa del costillo parece ser que los muy ludópatas le dan al póker, en la nuestra demostramos nuestro amor navideño desplumándonos en el Monopoly. Si es que la familia que juega unida permanece unida.

Supongo que la navidad me gusta por esa repetición de todos esos pequeños detalles con escasas variaciones y por eso me resisto a pasarme al bando de mr. Scrooch y quejarme de lo caro que es todo, el consumismo desenfrenado, la hipocresía de los que te desean felices fiestas y el resto del año te clavan puñales por la espalda o la alegría que me da que mi jefe en vez de cesta de regalo me deje de pagar hasta nuevo aviso. Así que os deseo una muy feliz navidad a todos, y aunque sólo sea por unos días espero que seáis amables de manera indiscriminada y realicéis bellos actos sin sentido. Un beso a todos y cada uno.

Clásicos animados  

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Siempre ha sido difícil meter a los niños por la música clásica. Bueno, para ser justos, es difícil si nunca la escuchan sus padres por casa. Una de las mejores maneras me parece a través de los dibujos animados. He aquí dos buenos ejemplos de lo que se puede hacer si se combinan las dos cosas con buen gusto e imaginación, ya os iré trayendo más.

Tom y Jerry sobre la 2ª Rapsodia de Liszt
Nunca fui fan del minino y el ratón, pero tengo que reconocer que la parodia de la obra de Liszt está bien conseguida.



Silly Simphony: Music Land
Esta especie de Romeo y Julieta versión jazz vs clásico sí que me encantaba de pequeña. Me parece genial la batalla con la mezcla de estilos o que los animales "hablen" con los sonidos de sus instrumentos (dejad de pensar mal, pero qué mentes tan sucias).

¿Pero esto es arte?  

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El arte contemporáneo es controvertido una vez que uno, ante una obra de arte se tiene que contener para no exclamar "pero si eso puedo hacerlo yo". La respuesta de un artista moderno sería "pues claro, cualquiera puede hacer arte y con cualquier cosa". Sin embargo nosotros pasamos ganas de responderle "¿y entonces por qué tú recibes dinero por ello y yo no?".

Por un lado comprendo que los artistas hayan ido avanzando hasta buscar la libertad total: libertad para no tener que seguir el estilo figurativo, para jugar con el color, las texturas, introducir diferentes materiales o nuevas tecnologías... Pero no puede negarse que ha sido a costa de divorciarse del gusto de millones de espectadores que tienen la desagradable sensación de que no pueden distinguir entre un verdadero artista y alguien que intenta tomarles el pelo. Supongo que es parecido a lo que ocurre en el mundo de la escenografía de ópera, donde nos preguntamos continuamente si los cambios de época obedecen a un criterio artístico o a que el coreógrafo de Macbeth había visto a Kurosawa esa semana y allí nos lo planta vestido de samurai.

Es muy difícil establecer los límites así que pienso que deberíamos olvidarnos de los conceptos "bueno" y "malo" y pasar a centrarnos en el "me gusta", "me motiva" o "ni pal gato". Para ni babear ante una cosa horrible por no querer quedar como incultos ni tampoco cerrarse a todo lo que se salga de la casita y el perrito.

Y para pensar un poquito en todo este rollazo que orgullosa acabo de soltar, os voy a dejar unos test muy cortitos pero entretenidos para ver de manera práctica qué tal andáis de ojo clínico. Proceden de una página de lo más original, reverent entertainment, donde encontraréis otros test curiosos. Quizás el que más me ha llamado la atención es el que te pide que distingas la prosa del premio nobel Faulkner con la traducción típica de ordenador. Pero mi inglés no da para tanto, así que mejor os dejo con los test artísticos (click en la foto):


¿Arte verdadero o falso? Tenéis la oportunidad de saber si sois capaces de distinguir entre obras de artistas universales y cuadros realizados por el propio autor de la página, un completo don nadie en el mundillo del arte.


¿Muebles excusivos del escultor minimalista Donald Judd o muebles baratos y vulgares?


Y por último, el test definitivo: ¿Arte minimalista o la obra de un chimpancé?

Yo ya estaba preparándome para devolver el título de la carrera pero parece ser que sólo tengo que alejarme de los muebles de diseño. ¿Y vosotros?

10 cosas que adoro de mi trabajo  

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1. Me regalan ramos de flores u obras de arte sin que sea mi cumpleaños.
2. Me dicen que soy la mejor del mundo en lo que hago y si me pongo un vestido me hacen sentir como si fuera miss universo.
3. Tengo abrazos y besos todos los días sin tener que hacer nada especial.
4. Me piden autógrafos, para el anuario.
5. Confían en mí para solucionar conflictos entre ellos, me cuentan sus problemas y se interesan por los míos.
6. Me regalan pegatinas para mi móvil porque me dicen que es aburrido y si no he tenido tiempo para comer me ofrecen parte de su merienda.
7. Me hacen reír hasta las lágrimas con muchas de sus ocurrencias.
8. Puedo solucionar casi todos los problemas con una tirita y un beso.
9. Puedo hacer y decir prácticamente lo que quiera sin pasar vergüenza y ser yo misma sin dar explicaciones a nadie.
10. En ningún otro trabajo alguien me enseñaría un diente caído o el cordón umbilical de su hermanita pequeña como si fuera un tesoro.

Estos son los mejores días para recordar todas esas cosas que adoro de mi trabajo, justo cuando tengo los temidos conciertos de navidad. Momentos en que hay que aguantar a padres, profesores, jefe y más de 100 criaturitas todo a la vez. Porque o me las recuerdo o corro a pedir que me liguen las trompas. Así que a ver, ¿cómo era?

1. Me regalan ramos de flores u obras de arte sin que sea mi cumpleaños.
2. Me dicen que soy la mejor...

Terror informático  

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Una de las cosas que suele llamar la atención a los chicos que me cruzo en mi camino es mi afición hacia un elemento típicamente masculino como es el mundo de los videojuegos, internet y todo lo que huela a nuevas tecnologías. Sobre todo porque se une a otra característica mía: mi torpeza innata. Soy de esas personas que si hay dos piedras en el camino con una tropiezan y con la otra te descalabran. Aún recuerdo una caída gloriosa que tuve hace unos años un día que llovía y por la que terminé, desde la calle, bajando los tres escalones de entrada de una joyería ante la mirada atónita de los presentes. Así que en seguida los que me conocen suelen exclamar: "nunca conocí a una chica a la que le gustaran tanto estas cosas... y se le dieran tan mal".

Me temo que los ordenadores en general están llenos de peligros para un morena con mechas rubias. Cuando se me activan soy capaz de hacer las mayores tonterías, como perder todos los elementos de mi plantilla (hace menos de un mes) o hacerle el harakiri a mi ordenador con algún virus. Es como esas películas de miedo en las que la protagonista oye un ruido en el desván y se dirige, siempre vestida con un camisón sugerente, a ver si es que el gato quiere más leche. Todos sabemos que no debe ir, yo creo que incluso ella sabe que no se debe sobrealimentar a un minino a altas horas de la madrugada. Pero es que el impulso de coger una vela y averiguar qué cuernos es el ruidito cuando se está medio en pelotas es tan fuerte...



Pues algo así me pasa a mí, ayer mismo sin ir más lejos. Que descargo un archivo raro, le paso el antivirus (sigo siendo morena después de todo) y siento el impulso de abrirlo si me dice que no hay bichos. Peeeero siempre los hay y así he tenido que formatear ya esta tostadora camuflada de ordenador unas 15 veces en lo que va de año por ésta y otras causas, y no exagero un ápice. De hecho el costillo protesta porque dice que cuando viene a verme le pongo a trabajar en arreglarme estas cosas y sólo me falta darle latigazos y ponerle a coser balones Nike. Bah, exagerado, seguro que no pondría tantos reparos a los latigazos si los diera con el camisón sugerente a la luz de la vela.

A este paso me estoy temiendo que mi próximo regalo navideño sea un teclado para rubias, con sus equivalencias y todo:
Ctrl - ‘Tecla totalmente inútil’
Bloqueo de Mayúsculas- ‘¡Cuidado! Letras de tamaño XXL!’
Enter - ‘¡Sí! ¡Lo quiero!’
Esc - ‘¡No!’
Retroceso - ‘¡Oooops!’
Barra espaciadora - ‘La más Importante: Necesito mi Espacio’
Teclas numéricas- con puntos, estilo dado...



Pero espera, espera, ¿y este botón? Me pregunto qué pasaría si

Regalos chorras  

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Se acercan las temidas fechas navideñas, donde a los cumpleaños y compromisos varios de los demás meses se suman los reyes magos (más magos que nunca haciendo números con la crisis), un gordo de rojo que sólo me cae bien si me deja algo y lo que es peor, los amigos invisibles, donde no sueles ni conocer a quién te ha tocado. Yo ando como loca buscando algo para el costillo sin mucho éxito, por cierto.

Pues bien, como acción social del mes os voy a facilitar una lista de regalos para que salgáis del paso (haciendo click en la foto podréis hasta comprarlos y todo). No son necesariamente bonitos ni mucho menos útiles, vamos, como los que se regalan en serio, pero al menos no os podrán echar en cara que no sois originales. Así que ahí va la lista de pongos (dónde lo pongo), que diría mi madre:


1. Tajalápiz (los pijos creo que dicen sacapuntas o afilalápices :P) en forma de gato (14,84 €)

Elegante donde los haya a la par que funcional, no puede faltar en vuestro escritorio.
Lo mejor es el espeluznante maullido que emite al ser utilizado. Pobre minino.



2. Luces de navidad de Yoda (22,28€)

Con ellas por el reverso tenebroso de la Fuerza en estas navidades tentado tú no ser.

3. Kit clonador de penes "Clone a Willy" (unos 30 € pero el precio varía)

Supongo que será para novias fetichistas, que busquen quedarse un recuerdo de la mejor parte de su amante antes de romper con él. Pero parece ser que tiene éxito entre las tropas de EEUU destinadas al extranjero. Según deduzco de las instrucciones mediante un tubo para modelar y pasta de silicona realizas un clon totalmente realista de Willy (y yo que creía que lo de liberar a Willy era otra cosa), y encima vibra, señora. Fácil, barato y os dará alegría pa' rato.

Doy por hecho que una vez que empiezas te vuelves adicta, porque si no no se explica tal variedad, que lo mismo puedes elegir el tuyo en tono claro, oscuro, que brille en la oscuridad, que fabricarte el jabón para las visitas o la vela para el centro de mesa navideño. Ah, y la versión en chocolate para las más golosas. Eso sí, cuidadín con las temperaturas que ellos pueden vengarse clonándonos también a nosotras.

4. Cuchillero ex-novio

Es carillo, no lo voy a negar (entre 57,30 y 97,42 € según modelo), pero oye, tiene que ser un gustazo despacharse a diario con el ex, mwahaha.

5. Spray "Entiende a tu madre al instante" (3,70 €)

Sospecho que el spray para entender a tu suegra tendría mucho más éxito, pero tendremos que conformarnos con lo que hay. Imagina que tu madre te dice: "cariño, venga, ponte este vestido que te acabo de comprar". Al principio no puedes entender por qué quiere que te embutas algo tan horrible. Pues bien, un toque de tu "Entiende a tu madre al instante" y comprenderás que lo que en realidad estaba queriendo decir era: "cariño, si te pones esto estarás tan poco atractiva que no tendré que preocuparme de que se te acerque un playboy que seguramente te deje preñada y te abandone en el apeadero de Quintanilla del Coco".

Cómo funciona es aún un misterio de la ciencia, tal vez el olor a menta active algún mecanismo en el cerebro. Todo sea por una mejor comunicación con tu madre.

6. Ambientador para coche "No soy gay, simplemente me encantan los arcoiris" (3,70 €)

Si te encantan los arcoiris y quieres decírselo a todo el mundo éste es tu ambientador con olor a flores (que también te encanta y no te atreves a decirlo, que lo sé yo, piratón). Trae la nota aclaratoria de que puede ser utilizado también por homosexuales PERO NO ES GAY.


Por supuesto también he pensado en los más pequeños, con un par de juguetes de acción con los que serán la envidia de todos sus amiguitos.

7. Figura de acción Miracle Jesus (8,20 €)

¡Alimenta a 5.000 con 5 panes y 2 peces!
¡Convierte el agua en vino!
¡Manos que brillan en la oscuridad!

8. Figura de acción Dios Todopoderoso

Suyo es el Reino, el poder y la gloria.
¡Con Kalashnikov AK-47!
¡Capa de invulnerabilidad!

Acojona, no digáis que no. Pues bien, en la página que los vendía, antes de que la cerraran (por qué será) se podían encontrar también las figuritas de Buda, Cristo, Krishna o el Dalai Lama. Aunque yo creo que la más cachonda sin duda era la de Alá, el que no debe ser mostrado.



Prácticamente todas las ideas están sacadas de una web genial, que se llama no puedo creer que lo hayan inventado y que ya estáis tardando en visitar, siempre que luego no os olvidéis de volver, claro.

¡Quiero mis salchipapas!  

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Últimamente el costillo se ríe de mí porque cada cierto tiempo se me escapa un "pues cuando estuve en Bolivia...". La verdad es que no sé si me repito porque empiezo a tener el síndrome de la abuela cebolleta o si hay alguna otra razón por la que me viene tan a menudo a la mente.


Supongo que la primera cuestión a responder sería qué se me perdió a mí por aquellos lares. Quedaría muy bien diciendo que fue un viaje de colaboración con una ONG, pero me temo que no sería totalmente sincera si contara que mis razones fueron totalmente altruistas. Después de la crisis que me destrozó la vida en el 2007 sólo tenía clara una cosa: quería salir de mi casa, de mi entorno, de mi país a donde fuera y como fuera. Me pareció una gran idea intentar ayudar a los demás, pero la verdad es que iba a tener que empezar por mí misma. También me pareció una forma excelente de dejar atrás a la persona que tanto daño me había hecho. Si dicen que la distancia es el olvido yo iba a poner por medio un buen montón de kilómetros.

Comenzamos con una parte de viaje turístico por dos grandes ciudades, como son Cochabamba y La Paz, en las que es imposible no sorprenderse ante sus dimensiones, el abigarrado alumbrado público, la cantidad de perros sueltos por la calle, los trufis (autobuses de parada libre) y, por supuesto, lo barato que es todo.



También pudimos ver la Parada Universitaria, especie de desfile folklórico en el que baila todo el mundo, desde el barrendero al alcalde y se prolonga durante todo el día, no sólo un par de horas como aquí las cabalgatas. Las bandas solían tocar esta música que a mi amigo malabarista y a mí se nos metió en la cabeza:




Después tuvimos la oportunidad de visitar Copacabana y Tiwanaku, a las orillas del lago Titicaca, donde nació la civilización incaica, así como las minas de Potosí. Me impresionó fuertemente que se vendiera dinamita a cualquiera en las tiendas para mineros, que pudiéramos visitar una mina activa o la dureza de un trabajo que realizan incluso niños. Tampoco eran fáciles las condiciones en la cárcel de Sacaba: en una casa vieja con un patio enano con capacidad para 60 presos vivían 180 en condiciones infrahumanas. Curiosamente estaban mejor los internos en la de máxima seguridad de El Abra, puesto que funciona como una pequeña ciudad en la que dentro de sus muros no mandan los guardias. Son los propios presos los que se organizan y velan porque todo el mundo trabaje, e incluso se vigilan, puesto que muchos viven con sus mujeres e hijos en la prisión.

Luego nuestro trabajo a priori parecía sencillo: encontrar un diminuto pueblo llamado Villa Libertad Licoma, en los Yungas, y colaborar con su pequeña granja de vacas. La cosa se comenzó a complicar cuando descubrimos que nuestro pasaje en la flota (autobús) no venía con asiento incluido. Eso significaba viajar de pie durante 9 horas, en un bus atestado de viajeros y una variada fauna de gatos, perros, pollos y hasta un cerdito metido en un saco. Todo por unas carreteras que desafían al miedo, a casi 5000 m. de altitud y con precipicios imposibles. No en vano aquí estaba la famosa "carretera de la muerte".


La segunda traba la tuvimos al tropezar con la versión local de la burocracia española. A todas nuestras propuestas nos sonreían y nos decían que sí, que se pasarían esa tarde por la casa, y así pasaban los días y ya temía que mi labor se iba a quedar en hacer de maruja. Finalmente malabarista ayudó en la construcción del establo y yo hice un poco de todo, dar clases de guitarra y coro en el colegio, y de refuerzo de todas las materias imaginables en el poblado de Lacayotine. Subía primero andando los 3 km. cuesta arriba por caminos polvorientos y allí, sobre una mesa improvisada con un tablón de madera daba clase a un batiburrillo de niños de todas las edades, mientras comíamos naranjas. Aún recuerdo cuando uno se hizo daño y le puse una tirita cómo la miró como si fuera un artefacto extraterrestre o lo contentos que se ponían si les regalaba un bolígrafo de clic. Supongo que es normal si pensamos que se entretenían con un neumático viejo o un palo y una botella de Coca-Quina como únicos juguetes.




Mes y pico por allí te cambia bastante la percepción del mundo. Muchas de las cosas que aquí damos por supuestas no existen, pasas de tenerlo todo a sobrevivir sin lavadora, internet, coche, la comida de mamá, carreteras asfaltadas, alcantarillado (estaban en ello, tenían todas las calles levantadas), dos teléfonos públicos para todo un pueblo, así que te llamaban por un altavoz cuando tenías conferencia, y en ocasiones pasábamos el día sin agua caliente ni electricidad. De hecho, generalmente sólo había una de las dos. A eso hay que sumar el mal de altura, que soportamos con coca y aspirinas, que nos comieron los mosquitos (llegué a contar más de 20 picaduras sólo en una mano), que un día encontré una cría de escorpión debajo de mi cama o que el trompetista del pueblo comenzaba a tocar a las 5 de la mañana el himno nacional. Tampoco me creería si me lo llegan a decir antes de ir que compraría carne cortada con un hacha en el mercado, ordeñaría una vaca, haría queso, trabajaría de jornalera recogiendo café, haría viajes en autobús de 10 y 11 horas casi a diario o que comería intestinos y corazón de oveja cocinados en un hoyo en el suelo.




No recuerdo bien cómo era aquello que Tolkien escribió acerca de los hobbits, pero era algo así como que era un pueblo que amaba los placeres de la vida pero si hacía falta podían renunciar a todas las comodidades. Pues más o menos es eso, te descubres viviendo de repente sin muchas de esas cosas y os aseguro que la sensación de libertad y de verdad que tienes es fantástica. Tiene gracia, cuando ahora mismo pasar más de 24 horas sin hablar por teléfono con el churri se me hace cuesta arriba.

Pero sobre todo, de algún modo esa tierra que cada vez parece más pobre y convulsa a mí me regaló paz. Supongo que por eso hay días que una parte de mí echa de menos algo de todo aquello y es cuando me da por exclamar: ¡quiero mis salchipapas, ñam!


Cenizas y nieve  

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Hoy os dejo con una serie que descubrí gracias a ladynurse, que siempre ha querido disponer de una de estas fotografías en su casa. Por desgracia parece que vienen acompañadas de grandes letras de publicidad, aunque sigo pensando que en algún lugar podrán encontrarse con calidad y las letras más reducidas.

Se llama "Ashes and snow" y es una instalación de Gregory Colbert compuesta por 50 fotografías de gran formato, acompañadas por una película, otros videos y una novela en la que un hombre escribe 365 cartas a su esposa durante un año de viaje. El autor ha realizado más de 60 expediciones desde 1992 por todo el mundo filmando y fotografiando la interacción entre el ser humano con los animales. Quizás su mayor valor resida en que ninguna de las obras ha sido hecha o superpuesta con retoques digitales y en la belleza poética que desprenden las imágenes. Os dejo con unas de las que más me han gustado, pero merece la pena que os paséis por la página original, para ver éstas y otras muchas con mayor calidad.









Por último dejo un video, un poco largo pero con imágenes realmente bellas de la comunión entre dos especies no tan diferentes. Como dijo la crítica de los Angeles Time Magazine en 2006:

No hay ningún choque entre las especies en Ashes and Snow; es un mundo en donde el hombre y los animales coexisten pacíficamente, viviendo cada uno en los sueños del otro.

Xuxa Ram  

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Leído en El Norte de Castilla:

Un árbol de Navidad causó ayer un incendio en el lujoso apartamento que tiene la presentadora brasileña de televisión Xuxa Meneghel en Rio de Janeiro. La casa, con el nombre de 'La Reina de los bajitos', está situada en un edificio del acomodado barrio de San Conrado y el incendio fue sofocado por 60 bomberos.
Ahora la combinamos con esta otra noticia de hace unos años:

"Xuxa" entabló una demanda por daños morales contra un semanario que la acusó de [...] haber vendido su alma al diablo por 100 millones de dólares.

Yo es que fue leer que hicieron falta 60 bomberos para apagar el incendio de una mansión llamada "La Reina de los bajitos", e imaginarme las minas del Templo Maldito con la Xuxa haciendo de Mola Ram y los pobrecitos niños trabajando al ritmo de "ilarilarilarieeee" en lugar de "kalimaaaaan". Además a lo mejor le incendió la choza el propio Satán, que no creo que sea muy dado a los adornos navideños. Ya sin hablar del precio al que está el alma de las presentadoras rubias, luego dirán que estamos en crisis.



Desde luego hay que ver cómo está el panorama de las presentadoras infantiles de nuestra generación. Entre la Xuxa satánica y la Leticia Sabater, que lo mismo presenta un programa en el que los invitados se dan yoyas que echa el mantecao en la playa, la televisión debería habernos pagado una indemnización a los sufridos niños que las veíamos.

O no me digáis que imágenes como éstas no pueden habernos causado un daño irreversible.



(No ver con el estómago sensible. El que avisa no es traidor, es avisador).