Dulce navidad  

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Bueeeeno supongo que ha llegado el momento de escribir un post sobre la navidad. Una intenta estrujarse las neuronas para no caer en los tópicos de siempre. A ver, contar un cuento... no, que ya lo ha hecho Gondolero. Felicitar las fiestas de manera original... mmm... más que Zafferano no creo.

Pues nada, no hay manera. Tendré que contar qué es para mí la navidad, como en esas redacciones del cole en las que de premio si ganabas te regalaban... libros para la biblioteca del centro. ¡Bieeeeen! Lo que todo niño está esperando, vamos, si es que los organizadores no podían haber pensado nada más chachi.


Ante todo hay que decir que no sé por qué la redacción que siempre ganaba solía tener por protagonista a alguien que odiaba la navidad y finalmente, gracias a la alegría candorosa de sus vecinitos terminaba cantando villancicos a pleno pulmón y revolcándose por el suelo haciendo ángeles de nieve. Parece que ser que es lo que está de moda: odiar la navidad.

Puedo entender que para muchos no sean unas fiestas agradables. Son fechas en las que es inevitable recordar a los que ya no nos pueden acompañar, y aquellos que habitualmente están solos o tristes se sienten mucho más fuera de lugar en un ambiente donde todo el mundo es tan artificialmente feliz. Nunca mejor dicho, teniendo en cuenta que los espectadores que aparecen en esos especiales de la tele tirándose cotillón están pasando un calor de tres pares, al grabarlos en pleno agosto.

Vale, comprendo eso y que los villancicos de los pitufos maquineros de los centros comerciales llenos a rebosar inciten a la violencia más primaria. Pero por lo demás a mí es que me pirran estas fiestas. Supongo que se explica porque, como bien definió Salarino, soy misoneísta. Es decir, que soy hostil a las novedades y cambios. Y la nochebuena tiene ese componente de mil y un tradiciones que se repiten desde que eres pequeña y te devuelven a un tiempo en que toda tu vida estaba por escribir y mirabas adelante con ilusiones nuevas. No como ahora, que no quieres ni mirar de reojo por si doña crisis y don paro te hacen señales con la mano.

Primero está el tradicional Belén, porque a mí el árbol de plástico nunca me hizo mucho tilín. Tal vez si este año le pusiéramos unas luces de navidad de Yoda cambiaría de opinión, no sé. El Belén en mi casa es cierto que sí ha ido cambiando desde aquél de figuritas de plástico en el que los conejos eran mayores que los pastores, a uno de pasta de papel que tal parece de barro. Sólo echo en falta esos soldaditos verdes que si te descuidabas el capitán Haddock ya había apostado por entre el musgo y las montañas de escoria para sitiar el portal. Oye, le daba un toque a Israel moderno que no veas. Ahora el único detalle incongruente que nos queda es que al lado del portal mi madre ha instalado una pocilga con una piara de cerdos hermosísima que no sé yo de qué les iba a servir en un pueblo donde no se come el cochinillo.


Luego tenemos el día de nochebuena en sí, que comienza cuando mi madre se sienta, por única vez al año, al piano a tocar villancicos. Después viene el cenorrio, donde se junta toda la familia y no pueden faltar platos que, por lo que sé, sólo deben ser tradicionales en mi casa: entremeses con huevo hilado o ensalada de escarola y granada. El resto de mariscos, carne rellena y dulces ya deben ser más corrientes. Son entrañables también las discusiones con tus tíos y tías a los que apenas ves. Es curioso comprobar cómo a medida que vas creciendo te dan la barrila con distintos temas: para cuándo un trabajo, a ver cuándo te echas novio, a ver si ya te nos casas, para cuándo un niño, ahora que tienes al niño a ver si te animas a por la parejita, ¿pero aún no os habéis divorciado? El asunto varía, pero la esencia permanece: no estar nunca contentos con nada. Aaaah, la famiglia, il girociclo. El otro tema recurrente es el de adelgazar y las dichosas oposiciones. Pero a mí no hay quien me amargue una cena con platos tan ricos, si se ponen plastas me abstraigo en mi mundo feliz donde los langostinos, bebidas y panettones parecen no tener fin y contribuirán a engrosar mis curvas peligrosas de manera que den que hablar el año próximo.


Por supuesto el ingrediente principal que no falta nunca es la llamada de Papá Noel. Todos los años mi padre salía sin que nadie le viera, llamaba a la puerta y escapaba corriendo unos pisos más arriba mientras todos los niños salíamos dando gritos de alborozo escaleras abajo hacia el portal. Siempre había alguno de nosotros que creía haber visto algo, el reflejo rojo del traje de Papá Noel en el espejo o una cagarruta de reno, cuanto menos. El problema vino un año en que estuvimos al punto del desastre, cuando al perro se le ocurrió ir escaleras arriba y no había quien le convenciera de que en la calle estaba lo interesante.

La noche termina con ese momento en que los mayores se vuelven niños montando el monstruoso juguete por piezas, mientras las niñas se hacen las mayores contando sus amoríos adolescentes. Lo mejor es que al día siguiente se vuelve a repetir la comilona, esta vez con macedonia de postre por aquello de desengrasar algo y la misma cháchara de tus tíos. Sólo se añade el juego de sobremesa familiar. En casa del costillo parece ser que los muy ludópatas le dan al póker, en la nuestra demostramos nuestro amor navideño desplumándonos en el Monopoly. Si es que la familia que juega unida permanece unida.

Supongo que la navidad me gusta por esa repetición de todos esos pequeños detalles con escasas variaciones y por eso me resisto a pasarme al bando de mr. Scrooch y quejarme de lo caro que es todo, el consumismo desenfrenado, la hipocresía de los que te desean felices fiestas y el resto del año te clavan puñales por la espalda o la alegría que me da que mi jefe en vez de cesta de regalo me deje de pagar hasta nuevo aviso. Así que os deseo una muy feliz navidad a todos, y aunque sólo sea por unos días espero que seáis amables de manera indiscriminada y realicéis bellos actos sin sentido. Un beso a todos y cada uno.

This entry was posted on martes, 23 de diciembre de 2008 at 14:45 and is filed under , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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