Mis profesiones  

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Ahora que lo pienso, llevo ya unos meses comentando y aún no os he puesto al día de todas las profesiones que he desempeñado hasta hoy, que han sido muchas y en varios lugares del mundo.

Veamos... mientras estaba de "orgasmus" en París hace unos años descubrí mi talento como gitana pitonisa. Eso me llevó del salón de Flora y el café Bullier a leer el futuro por las calles del mismísimo Japón. Asustada por el éxito de mis predicciones agoreras sobre el rey de Escocia decidí dejar una profesión de tanto yuyu y emigrar a los países vecinos. Primero probé suerte en el mercado de la India vendiendo babuchas, pasteles, pañuelos, panales de miel, esteras... importadas de China. ¡Ay, payo hindú, que me lo quitan de las manos! Mi kimono kiaaa me hacía más exótica para los locales, aunque luego para no desentonar prefería ir por la calle cubierta con mi sari.

Después, en busca de especias para mi pequeño puesto navegué hasta Egipto, donde fui sacerdotisa en el templo de Fthá (Jesús, gracias) y asistí a unos desfiles que ya los hubieran querido por aquí el día del Pilar. Para desgracia mía me tomaron como esclava y terminé ejerciendo como prostituta en Alejandría. De haberlo sido en Francia habría sido deportada a América, como presencié más de una vez desde el puerto de Le Havre. Mi única salida para abandonar esa vida de perdición y pecado fue abrazar la santa fe en el monasterio anacoreta de las Hijas Blancas. El eremitorio en el desierto alejandrino era un poco aburrido, desde luego fue mucho más emocionante aquella vez que fui sacerdotisa de Diana y debía asesinar a todo aquél marinero que pisara la costa de nuestra pequeña isla griega de Táuride. Eso de los sacrificios se llevaba también mucho por la cercana Creta, para evitar el enfado de los monstruos marinos, que cuando se ponían nos dejaban el templo como si hubieran estado luchando por allí los Caballeros del Zodiaco.

El caso es que mi aburrimiento no duraría mucho, porque pronto los conventos pasarían a estar sitiados por hordas revolucionarias. Para poder escapar tuve que hacerme pasar por uno de ellos, y así me encontré de nuevo en Francia. En Reims decidí hacerme azofaifa de avión, que no son moco de pavo los descuentos con tanto viajecito como me estaba metiendo para el cuerpo. Tuve así la oportunidad de volar a Wartburg, donde asistí a un concurso de canto que parecía tedioso hasta que uno de los participantes comenzó a cantar la versión alemana del "Basta ya de tanta tontería, hoy voy a ir al grano te voy a meter manoooo". Decidimos que como no tenía factor x debía viajar a Roma con Pilgrim Airlines para ganarse el perdón de sus faltas, que no tendría lugar hasta que floreciera el báculo del Santo Padre (esas risas..., si ya digo yo que tenéis la mente muy sucia). Ya que estábamos en Italia aprovechamos para asistir a una fiesta de máscaras en el Palazzo Negroni, aunque tengo que decir que arruina un poco la diversión la costumbre que tienen los Borgia de echar veneno en el tintorro.

Peor debe ser lo que echan en el whisky los escoceses, porque a la boda a la que me invitaron los Lammermoor y a la que tuve que asistir vestida de vampiresa gótica, la novia terminó haciendo queso grueyere de su señor esposo en la primera noche. Debió entender mal aquello de que era un buen momento para clavar el estoque. Yo era por entonces dama de compañía de la misma reina, pero en vista de que la pobre pese a tener tres tetas, que dicen que eso tira más que tres carretas, también iba a perder la chaveta decidí huir a un lugar más apacible. Lo hallé en una granja situada en un pueblecito checo, pero finalmente cansada de tanta vaca y tanta murga de la sacristana parricida decidí cambiar kimono, sari, corsé, hábitos y aperos de labranza por el bañador y tostarme al sol en la playa junto a la favorita del rey. Y para lucir tipín en la playa nada mejor que aprovechar mi sueldo de estrella de cine, un poco menguado tras acudir de incógnito a una clínica abortista ilegal, donde lo mismo te venden coca que te hacen una liposucción. Mi último cambio de vida ha sido casarme con el mismo Drácula, con lo que he ascendido a condesa pero a cambio tengo siempre unas ojeras cosa mala.

Eso es todo por ahora, creo que necesito un descanso después de tanto ajetreo y pasar más tiempo con el costillo... que en el teatro.



Malditos cuadros malditos  

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Mi madre adora poner cuadros por casa. Si por ella fuera no quedaría milímetro de la pared libre, a menos que por la forma pareciera en sí misma otra pintura. Cuelga lo mismo una reproducción fea de un grabado de Úrculo que dan en el periódico, que un cuadro de una china realizado con cristal pintado de colorines sobre papel albal, material noble donde los haya.

Supongo que por eso no es de extrañar que cuando nos mudamos mi hermano y yo entráramos en plena fase iconoclasta y fuéramos completamente hostiles a colgar nada en nuestras paredes que no hubiéramos elegido nosotros. Personalmente me hace mucho más feliz tener presentes las fotos de mis amigos que enmarcado el punto de cruz que hice en la EGB. Únicamente se salva una honrosa excepción: el dibujo que me realizó el costillo de un claustro de Cáceres, como el regalo más bello que me han hecho y seguramente me harán jamás (lamento que el escaneado no le haga justicia, pero os hacéis una idea).



Un día el capitán Haddock llegó a casa con la noticia de que uno de los cuadros de mi madre había salido en Cuarto Milenio porque estaba maldito. Al parecer se trata de uno de los cuadros de un tal Bruno Amadio, que según la leyenda hizo un pacto con el diablo para que sus cuadros vendieran más, vamos, como Xuxa Ram, y se dedicó a pintar niños de orfanatos tras la segunda guerra mundial que luego morían misteriosamente en incendios. Así que... nuestra casita de campo iba a arder hasta los cimientos por culpa de esta niña llorona.



Vale, en realidad ni a mi hermano ni a mí nos daba ningún miedo la historia de la maldición, pero coñe, es que nos parecía tan kitsch que teníamos que intentar que mi madre lo descolgara. Pero ni por esas, en un caso de horror vacui único tras la decoración árabe, ahí anda compartiendo espacio con los recuerdos de nuestra primera comunión, el botijo de Cuenca y el escritorio de la escuela del pueblo de mi padre, con su tintero y todo.

Con todo, esta historia me ha hecho recordar otros cuadros que siempre me han dado yuyu, aunque no tengan su maldición particular. Quién sabe, todo es ponerse y decir que los que tienen una reproducción en su casa han sufrido la terrible maldición de no volver a comer tortilla de patata en su vida. Tiembla, Iker Jiménez, nunca has visto nada igual.

"El hombre del turbante rojo", Jan Van Eyck (1433)
Quizás fuera porque parece que te mira todo el tiempo con un rictus de desaprobación o porque venía asociado al libro de Erwin Panofsky "Los primitivos flamencos" que me parecía un muermazo, pero siempre me ha dado yuyu este hombre.



Bodegones de caza
Una muestra de que el arte por ser figurativo y realista no tiene necesariamente que gustarme más que una obra abstracta. La sección de bodegones, si tiene bichos muertos, es una de las que más rápido recorro de los museos. Valgan como ejemplos los siguientes:
"El buey desollado", Rembrandt (1655)
"Bodegón con gato y raya", Jean Baptiste Simeon Chardin (1728)
"Bodegón de cocina", Mateo Cerezo (1664-1665)




"La Belle Ferronière", Leonardo da Vinci
(1490-1495)
Otra que me mira atravesada y además no se sabe si está triste o de chirigota con esa manía de Leonardo de pintar rictus en lugar de sonrisas. A ésta te la encuentras en un pasillo a oscuras y le das una patada en la espinilla y sales corriendo. Por si acaso.



¿Existe algún cuadro que os provoque singular aversión, un escalofrío por la espalda o ganas de deshaceros de él para no quedaros sin comer tortilla de patata nunca más?

Frases grandes: caramelos  

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"Yo a mi tía Julita la quiero mucho, pero la pobre se quedó anclada en el franquismo. Con deciros que una vez se encontró a Fraga y le dijo: "Señor Fraga, soy suya".

Claro que era peor cuando repartía caramelos a los sobrinitos y nos decía para que adivináramos el sabor: éste es del color de las almorranas del caudillo. Ya os imagináis que con siete añitos solíamos responder: ¡verdes! ¡amarillas! ¡negras!"
(contado por el señor juez).

Manon Lescaut - Puccini  

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Había pensado continuar la sección de pera maestra con fragmentos de óperas que me gustan especialmente, pero luego he pensado que hay gente que nunca se ha aproximado a este género y tal vez no fuera mala idea contarles un poco de qué va la historia. Si eres un erudito de la corchea puedes pasar directamente a los videos, lo mismo si eres de los que odian que les destripen el final de las películas antes de verlas. Para el resto van estas pequeñas introducciones, no demasiado serias, así que tranquilos, esto de la ópera no os dolerá. Fiaos de mí.

MANON LESCAUT

Voy a comenzar por una de las obras que menos me gusta de Puccini. Pues vaya, estaréis pensando, sí que empezamos bien. Bueno, aunque a mí me parezca un ladrillo tal vez a vosotros no, aparte de que es habitual que en títulos que no te llaman mucho de repente encuentres un aria (canción que canta un solo personaje y suele interrumpir la acción, como en las pelis de Disney, vamos) que sí te entusiasme.

La historia de Manon muy resumida es la de una pelandrusca que sale con hombres para quedarse con su fortuna, sí, sí, igualito que la mercenaria rubia con el potentado, según dicen las malas lenguas. Todo comienza en la estación de Amiens, donde descubrimos a Des Grieux, un estudiante "orgasmus", que está pensando apuntarse al Meetic a ver si liga. Del Alvia de las 12 desciende Manon Lescaut, acompañada de su hermano y un viejo con pasta gansa. Se supone que van a llevarla al convento, pero a ninguno le seduce la idea. De hecho el viejales planea raptarla, pero el estudiante, que se ha enamorado de ella, se le adelanta con la ayuda del hermano de la chica. No, no os encariñéis mucho con el hermano, porque después le cuenta al viejo lo que ha pasado y le dice que Manon volverá a él en cuanto descubra que el estudiante no tiene visa oro.



En efecto, en el segundo acto encontramos ya a Manon viviendo a todo trapo en casa del viejo, únicamente preocupada por ser la más bella del reino, oh espejito mágico, después de haber abandonado al estudiante sin darle ni un beso de despedida. Sin embargo ahora es rica pero la niña se nos aburre y deja caer que el viejo ni con viagra hace algo en la cama, así que se pone en contacto con Des Grieux. Cuando ya lo tiene en el bote y muy tontico llega el viejo, que parece tomarse bien la cornamenta dejándoles solos. En realidad se ha ido a denunciarlos, pero aunque el hermanísimo intenta advertirles de que se apresuren a huir, Manon no hace más que entretenerse recogiendo sus joyas en un momento Gollum: "Sería imprudencia dejar este oro, oh mi tessssssoro". Y claro está, les trincan. ¿No es pa matarla?

El tercer acto comienza con un intermezzo (pausa para hacer descansar a los cantantes y lucirse a la orquesta) que para mi gusto es lo más bonito de toda la ópera. Ya sabéis el clásico fragmento romántico que te hará quedar como un intelectual ante los ligues, sabiamente combinado con una cena que no haya cocinado ella y la luz de las velas. Triarararaaaaa. Atentos al final, donde se escucha una referencia clara a una película muy conocida. Un sugus para el que lo acierte primero.



Estamos en el puerto, donde Manon espera encarcelada a ser deportada a América junto al resto de chicas de moral distraída. El estudiante intenta a la desesperada llevársela delante de todo el mundo. En el último momento se da cuenta de que por la fuerza no va a poder conseguirlo y recurre a suplicar al guardia que le deje ir con ella, reconociendo que se ha vuelto loco por esa mujer (No, no, pazzo son). Todo un arrebato de pasión desbordada en la voz de Fabio Armiliato (cómo me gusta este hombre, ains). Os dejo el texto por si os apetece ir leyendo, sacado como siempre de la estupenda base de libretos que es kareol. Muy atentos al final, donde podréis escuchar de nuevo el tema de la película que sonaba al final del intermezzo. Si es que no hay nada nuevo bajo el sol.






El sol es precisamente el protagonista del último acto, que se desarrolla en un paraje desierto de Nueva Orleans. Tiene coña, con las inundaciones que hubo por allí. Entonces ocurre una de esas cosas que sólo pasan en la ópera: Manon se está muriendo de sed pero bien que sigue cantando media hora más la jodía. Canta de hecho su aria más famosa: "sola, perduta, abbandonata" (sóla, perdida, abandonada), que más bien debería ser "sola per puta abandonata". Lo siento, pero a mí me cuesta identificarme con un personaje tan ruin cuando en realidad estoy pensando: "tú te lo has buscado, bonita". Eso sí, palma declarándole amor eterno al bueno del estudiante.

¿Qué? ¿Ha sido tan terrible? ¿A que no ha dolido ni nada?

Lnguag sms II  

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El otro día Auriga decía que le llamaban pedante por decir que no entendía las frases si no estaban correctamente puntuadas y con tildes. Eso me hizo recordar al instante este brillante monólogo de ese grupo argentino de maestros del humor como son Les Luthiers, que con instrumentos construidos por ellos y un humor inteligente son descacharrantes, sobre todo en directo. Si es que a las palabras les quitas las diéresis y les pones errores de lipotimia y ya no hay quien las entienda.



Ya ni te digo si cambias el orden de las frases, puedes cambiar el significado entero de un madrigal, como es "La bella y graciosa moza". Yo creo que habría que ponerle los videos a más de uno a ver si captan la indirecta.


Gentil descortesía  

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Tenía muy mal despertar.
A veces tardaba horas y horas en aceptar el mundo.
Por eso prefería para almorzar aquel bar de la carretera,
donde nadie era amable.
Acudían como clientes seres esquinados
con resaca en los ojos
y el patrón vertía el café fuera de la taza sin disculparse.
De hacerlo, resultaría ridículo, pues pesaba más de cien kilos.
Traspasaron el local.
El nuevo dueño hacía preguntas con una sonrisa.
Y él decidió no volver.
("Bar", Manuel Rivas).

Anoche, leyendo este poema entendí la curiosa manera de tratar a los clientes que tienen por Pucela. Porque allí, salvo honrosas excepciones, es habitual ser bordes o distantes con los clientes o no atender en las mesas aunque queden a 20 cm. de la barra. Y prepárate como no tomes el café a diario sino de vez en cuando, que el trato es susceptible de empeorar. Aún teniendo en cuenta que está muy feo generalizar por aquello de que "todas las generalizaciones son malas, incluso ésta", digamos que sucede tan a menudo que tienes la sensación de que en las tiendas no te venden un producto, sino que tú lo compras. Como farfullaría Alejandro Sanz, no es lo mismo, es distinto. También está extendida la frase de "ancha es Castilla... y estrechas son las castellanas", pero de eso ya no me corresponde a mí opinar.

Tal vez tenga que ver con el carácter algo frío, reservado y un poco cerrado que allí se estila, y que yo tengo la teoría de que tiene que ver con el clima. Ojo, no estoy diciendo que sean mala gente, tengo excelentes amigos tan pucelanos como los demás, pero podríamos decir que no les resulta sencillo abrirse a alguien que viene de fuera. Conozco a quien dice que es porque ellos son correctos y no sería adecuado tratarte como a un amigo de toda la vida. Incluso alguno como el del poema lo encontrará reconfortante. Pero para alguien que viene de una tierra donde se podría invitar a Lucifer a tomarse unos culines, resulta más que raro. Tan extraño como que si llevas viviendo en una casa desde hace más de 10 años te cruces con la vecina en el ascensor o en el garaje y no te devuelva el saludo y encima te mire mal. O que cuando vas a abrir la puerta de casa la de enfrente abra la puerta, mire que efectivamente eres tú y la vuelva a cerrar sin decir esta boca es mía. Huy, la bruja ésta a mí no me conoce, aquí teníamos a un vecino que no hablaba nada tampoco (luego nos enteramos que el pobre hombre estaba atravesando una depresión) y lo que hacía mi madre era saludarle cada vez con más entusiasmo y preguntarle por su perro o su trabajo. Es el día de hoy que no sólo te dice "buenos días", sino que te da el parte del tiempo y todo. Así que que se prepare la rubia de bote que la pienso atacar con todo mi amol.

Ya sé lo que estáis pensando, que total, para tener una de esas conversaciones insulsas de ascensor mejor no decir nada. ¡Error! Es peor todavía hacer tiempo, mirar al reloj o al techo (los chicos disimuladamente dejan caer un ojo en nuestro escote) y murmurar un gruñido cuando te vas. Prefiero quejarme de lo que está llevando terminar la obra faraónica de instalar una rampa en el portal o preguntar por el estado de la carretera al paisano que sabes que viaja cada mañana hacia donde tú irás ese fin de semana. Porque no sé a vosotros, pero al menos a mí ya me parece suficientemente incómoda la sensación de tener tal cercanía física con desconocidos en un espacio reducido como para añadirle el estrés de no saber qué hacer en ese tiempo.

Es que siempre he sido un poco maniática con eso del contacto físico. Tiene que ser alguien con quien tenga mucha confianza, para el resto mi espacio vital es una burbuja más o menos espaciosa que si se ve invadida me genera gran malestar y deseos de ir reculando hasta encontrar esa pared que ya no te deja retroceder más. Especialmente con esas personas que tienen la santa manía de darte golpecitos cada dos segundos para asegurarse de que la conversación te está dejando huella... en forma de cardenal en el brazo. Así que os podéis imaginar la poca gracia que me hace esa especie de montacargas que están poniendo últimamente aprovechando el más mínimo hueco del patio de luces de los edificios viejos. Porque encima los carteles te faltan al respeto. En el de un amigo pone que pueden entrar dos personas y el peso máximo permitido es de 300 kg. Así es inevitable pensar: ¡coñe, pues sí que están jamones en esta nuestra comunidad!

Si a los vecinos bordes, espacio mínimo y acusaciones veladas de estar como una foca le añades el rastro que dejan el fumador de puros y su mujer con el perfume para asesinar dálmatas, el resultado es un infierno. Bueno no, el pirado de Rémi Gaillard puede convertirlo en algo aún peor:

Cena de tres tenedores

Disco Fever

Okupa

Reggae

Caza

Mmm, creo que algo así podríamos hacerle a la vecina en plan terapia de choque. Al menos si no nos saluda después sería por una buena razón.

La esencia de Klimt según Moisés González II  

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Surfeando por la red me encontré un homenaje fotográfico a la obra de Klimt que me trajo a la memoria que os había prometido continuar con la serie de fotografías que Moisés González realizara reinterpretando las obras de este genial pintor. Como en el post anterior os animo a admirarlas en un mayor tamaño y calidad en esta página web.

Judith II


Danae


La doncella


La bailarina


Adán y Eva

Frases grandes: Alí Babá  

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Cuando te encuentras con que tu novio tiene mucha experiencia hay a quien eso le impone. Yo pienso que es como el cuento de Alí Babá y los cuarenta ladrones. ¿Que ha tenido cuarenta novias? Si eso le sirve para tocarme como me toca, yo sólo deseo oír: ¡ábrete Sésamo!
(superwife dixit)

Cine X para chicas  

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Hace tiempo sostuvimos una animada discusión con la mercenaria rubia y el potentado acerca de las pelis porno. Las chicas soteníamos que nos parecían más bien aburridas, el potentado se declaró fan de género y el costillo decía que estaban bien porque, eeeer, se lo habían contado.

Creo que no hay duda de que las porno están pensadas para el público masculino y que para nosotras la mayoría nos resultan previsibles y demasiado explícitas. A ver, no nos hace falta que, como en el chiste, los protagonistas se casen al final, pero estaría bien sugerir un poco más antes de enseñar y buscar algo más de igualdad. Porque para empezar, las chicas suelen estar cañón, aunque algunas parezcan de plástico de tanto siliconarse, mientras que ellos suelen ser peludos y feos. La otra opción es el porno gay, pero yo seré rarita, pero me dan grimilla los tíos hiperdesarrollados con todas las venas ahí marcadas en los brazos y con ese músculo de la espalda que parece un asa. Puaj. Por si quedaba poco clara la desigualdad en cuanto a quién lleva las riendas de la situación, sólo hace falta fijarse en la diferencia de metraje en función de quién se arrime algo a la boca, y hasta aquí puedo leer.

A eso hay que sumarle los guiones ridículos, que tan bien resumía Gonzo con la historia del reparador de televisores con herramientas de fontanería, la música sesentera o los doblajes raros con voz de oficinista a las 7:30. Por no hablar de las uñas postizas de porcelana azul eléctrico, que señalaba la mercenaria rubia, no pocas dosis de violencia y mal gusto o el óscar a la peor interpretación femenina, con gemidos que harían palidecer de envidia a un heldentenor. El resultado es una industria que mueve cantidades ingentes de dinero y que roza lo grotesco cuando piensas en toda una saga de actrices con la cabeza tan hueca como llena la cartera. Por ejemplo está el famoso caso de Bree Olsen, que tuvo tan pocas luces como para pedir consejo sobre qué hacer porque no le bajaba la regla y ya había tenido un aborto en el último año. Sin palabras, hija.

Lo peor es que se lucran a base de vender una fábrica de sueños que puede terminar en muchas frustraciones cuando se intentan llevar a la realidad. Porque como decía magistralmente la Petite Claudine: "Con el porno sucede una cosa curiosa; todos sabemos que las posibilidades de que tres rubias ninfómanas, esculturales y gemelas vengan a buscarnos a la gasolinera en su masserati descapotable y nos obliguen a limpiarles los bajos en el cuartucho de mierda donde se guarda el aguarrás y el jabón especial para lavar caniches oscilan entre cero y menos dos. Y sin embargo -y esto es lo curioso- todo el mundo se piensa que, quitando ese pequeño detalle, el resto es verdad". Y claro, así nos va, se llena el mundo de adolescentes desorientadas que fingen para quedar bien mientras hacen mentalmente los deberes de sociales, y de machitos acomplejados por tamaños imposibles y empeñados en hacer cabriolas circenses y buscar el punto G, el Q y el abecedario entero.

Como supongo que alguno llegará a este blog buscando cómo encontrar esos recónditos lugares mágicos, que nos conocemos, pillines, ahí os dejo una completa guía Campsa (vía el siempre instructivo blog de sexólogo):



Supongo que la mayoría de los hombres, siempre tan prácticos, estarán pensando mentalmente que ellos no se fijan en esas cosas, que con que se vea chicha no hace falta mucho más. Acción-reacción, o como en aquél mítico anuncio de chocolate a la taza en el que se veía a la chica hacerle una carantoña al chico y ya se le tiraba encima: calentar y listo. Por ejemplo una aprende pronto que el conjunto monísimo de lencería fina obtiene el mismo éxito y te dura los mismos segundos puesto que el pijama de ositos de algodón. Suerte que no soy muy femenina en ese campo y no me importa demasiado. En cualquier caso parece que al final el viejo estereotipo se cumple: a los hombres se les conquista por la vista, mientras a las mujeres más bien por el oído. Puedes preguntar a 10 que casi todas te responderán que les pierde que les hagan reír y tengan una conversación interesante. Mi padre es de los que piensan que además te vuelves irresistible si cocinas igual que tu suegra. Personalmente estoy con los que opinan que la que pretende conquistar a un hombre por su estómago está apuntando demasiado alto.

Pero si hay un argumento contundente que confirme mi teoría de lo poco que se necesita a nivel visual para estimular la imaginación femenina es la siguiente campaña publicitaria. La descripción perfecta de un orgasmo sin ni una sola imagen explícita, ahí es nada.

Lnguag sms  

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El otro día el capitán Haddock recibió un mensaje en su móvil que decía tal que así: "8 arpe 6 bipe 5 core 65 ecopes 9 meteoce 78 trabamari". Creyendo que el amigo que se lo mandó ya se había pasado de frenada con el calimocho decidió contestarle en el mismo tono: "95 vivalamacarena 54 sbuirbhq 7 zulu iurhaui 5 chimpun". No fue hasta la noche, en su propio furor etílico tomando cachis con los colegas, cuando cayó en la cuenta de que lo que le había querido decir era las notas de los exámenes: 8 artes de pesca, 5 códigos y reglamentos, 6,5 economía pesquera...

Si es que hay que ver qué manía tiene la gente de abreviar las cosas. Un poquito en el móvil no hay más remedio, yo creo que todos lo hacemos. Bueno, menos mi jefe, que el jodío me los envía con saltos de párrafo y todo. Cómo se nota que no paga él. El problema es que luego la peña le coge el gustito y se lanza a escribir en lenguaje máquina a diestro y siniestro como si les cobraran por caracteres. Sobre todo me hace gracia la manía que tienen de cambiar las "C" por la "K", cuando que yo sepa las palabras son igual de largas. Será que queda más... radikal.

En el campo de los blogs hay de todo, pero hay quien lucha contra esa lacra y reclama un uso más correcto y rico del castellano, porque al fin y al cabo su lema es una verdad como un templo: eres lo que escribes, eres como escribes. Pero en el messenger me resulta casi imposible encontrar a gente que no comience sus conversaciones con un "ola qtal?". Si además le sumas la maldita manía de ponerse frases kilométricas como nick quedan cosas como estas:
Sorpresii Napolitanini....(siento mi falta de conocimiento italianil)....In Worlds I am TRUE.....ILLINOIS!!!!!!!!! - (te quiero y te espero pero no paro de hacer)tengo cam en el curro.
Lo peor es que es totalmente verídico, lo tiene un conocido puesto ahora mismo con sus mil puntos suspensivos, mayúsculas gritonas y la capacidad expresiva de un furby. Que lo malo no es eso, el problema llega cuando te encuentras a chavales que no saben escribir de otra manera, ni siquiera en un exámen. Cualquier día nos tocará corregir uno que encima traiga emoticones, como si lo viera: "N tngo nidea, prof ". Encima con una letra que parece que te estás enfrentando a un texto sumerio. Claro que siempre te pueden decir que están practicando para cuando sean médicos.

Humm, bien pensado si ellos tienen su propio traductor de letra podríamos aplicarlo a nuestros alumnos y santas pascuas. Aunque sería mejor que intentaran hacerla legible ahora que están a tiempo, antes de llegar a la facultad. Yo era de aquellas que tenía una letra impecable, pequeñita, eso sí, con un cuadrito de largo tenía suficiente para las minúsculas. Luego en la uni la velocidad para tomar notas era tal que me convirtió en una de esas personas a la que los apuntes se piden una vez. Sólo una vez. Era además especialmente vergonzoso cuando la comparaba con la de mi abuelo, que apenas había podido ir a la escuela por ayudar a sus padres en el campo cuando era niño o de joven en la mina y cometía faltas como puños, sí, pero tenía una caligrafía de monje trapense que daba gloria verla.

No sé, es cierto que somos humanos y es fácil que algo se nos escape, tampoco hay que ser extremistas como cierto señorito pepis que conocí, al que le mandé un texto que había encontrado por internet algo subidito de tono sobre el placer y el chocolate y me respondió que las faltas de puntuación le bajaban la líbido. Ni calvo ni con tres pelucas, hombre. Pero salvando las distancias, sigo pensando lo mismo: lgo bamal qand ntnds mnsjs cm st, tronko.

¡No es justo!  

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  • Siempre se deja de escuchar el auricular izquierdo de mis cascos a los dos días de comprarlos.
  • Los envíos nunca me pillan en casa y tengo que ir yo al quinto pino a recogerlos.
  • Un zumo o un agua en un pub me cuestan más que un copazo.
  • Los tíos a los que metía fichas y el resto en general pasan de mí justo hasta que inicio una relación.
  • A mis medias les da por sacar dos o tres licenciaturas al punto de estrenarlas.
  • Tomarse un café y un pincho es cada vez más caro en todas partes. Fuera del norte en algunos sitios no hay ni pinchos, lo que debe ser uno de los siete signos del apocalipsis.
  • Siempre te tropiezas a tu ex, o a cualquiera que quieras que vea lo estupenda que estás desde que se pierde tu compañía, cuando vas desgreñada y en chándal a sacar al perro.
  • Todo lo que está rico engorda.
  • Depilación, todo está resumido en una sola palabra. ¡Mamá naturaleza, pero si ya bajamos del árbol hace un montón de años!
  • En invierno siempre se me empañan las gafas al entrar en cualquier sitio y en verano sin ellas soy incapaz de encontrar mi propia toalla.
  • Cuando el teléfono se avería tengo que llamar a un número de pago para que arreglen su propia incompetencia.
  • Cuando tras más de 40 minutos se dignan a cogerme el teléfono la señorita operadora no puede solucionarme mi problema y me cuelga en las narices tras decirme que llame a otro número de pago.
  • Los antiguos danzaban para obtener lluvia, yo sólo tengo que ponerme falda. Si ese día además he ido a la peluquería caerá el segundo diluvio universal.
  • Soy una rehén de RENFE y sobre todo de ALSA, la empresa madre de todas las quejas.
  • En mi trabajo estar ocho meses sin cobrar es considerado normal, pero mi jefe siempre aprovecha para repasarme por la cara su mercedes nuevo y el último modelo de GPS y Blackberry que se acaba de comprar.
  • Estoy hasta la horquilla del moño de que haya que ser políticamente correcta, así que digo desde ya que me tienen frita los lameculos, los etarras, los periodistas sin corazón, las modelos anoréxicas, los antireligión porque sí y los fanáticos religiosos porque no, los gañanes egocéntricos, las vecinas pucelanas que no saludan y encima me miran mal, los políticos echándose las culpas unos a otros y los ladrones de la SGAE.
  • Estoy harta de no encontrar trabajo, de los anuncios de compresas, de los virus informáticos, de las cadenas de la amistad y estoy harta de tanto frotar.
  • Pero lo peor es que a este coro de Helsinki ya se le había ocurrido la mayoría de las mejores quejas ¡no es justo!


Empiece por romper los espejos de su casa, deje caer los brazos, mire vagamente la pared, olvídese. Cante una sola nota, escuche por dentro. Si oye (pero esto ocurrirá mucho después) algo como un paisaje sumido en el miedo, con hogueras entre las piedras, con siluetas semidesnudas en cuclillas, creo que estará bien encaminado, y lo mismo si oye un río por donde bajan barcas pintadas de amarillo y negro, si oye un sabor pan, un tacto de dedos, una sombra de caballo. Después compre solfeos y un frac, y por favor no cante por la nariz y deje en paz a Schumann.
(Julio Cortázar en Historias de cronopios y fantasmas)

Esas cenas de antiguos alumnos  

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Si hay algo en la vida que puede parecerse a reencontrarse con un ex y sentir que ya no se tiene nada en común, eso son las reuniones de antiguos alumnos. Digamos que yo las clasifico en dos tipos: compañeros del colegio y compañeros de facultad.

A la primera cena una ya acude consciente de que el niño que te tiraba de las coletas y te llamaba Repipi Pataslargas ha debido cambiar un rato largo. Pero en la segunda una espera encontrar la camaradería de siempre en gente a la que hace pocos años que no te cruzas. En ambos casos sueles equivocarte.

Para empezar los compañeros de la EGB no han cambiado demasiado, siguen subdivididos en las mismas tribus urbanas de cuando éramos nanos: las barbies pijas, el payaso de la clase, los gamberros reciclados en yuppies estresados... Sólo cambia el hecho de que alguno ya se ha casado y tenido críos, y que de repente el grupo de los empollones repelentes al que yo pertenecía ya no somos marginados sociales, aunque sigamos sin ser de los guays. Luego está el típico por el que suspirabas desde tu pupitre y no te miraba ni para tirarte un trocito de goma por la espalda y en cambio ahora intenta de todas las maneras llevarte al catre. Haberme hecho caso cuando llevaba gafotas y aparato, chaval, llegas 10 años tarde por muy jugador de hockey profesional en Francia que seas y me vengas marcando la chocoltina en plan milkybar.

Sin embargo resulta sorprendente lo lejos que puedes encontrarte en sólo un par de años de aquellos con los que cursabas cafetología y trivialogía en el campus. Sirva de ejemplo este texto que escribí de una cena que tuve con ellos hace ya bastante tiempo. A la mayoría no los he vuelto a ver, y después de releerlo ya recuerdo por qué.

Condolezza Rice, de profesión hembra del mamífero de la raza de los cánidos conocido como zorro. Novia de Bob el divertido, al que despreciaba abiertamente cuando yo la conocí y él era novio de mi amiga Miranda. Fría, calculadora, capaz de hacerse pasar por tu amiga para luego apuñalarte por la espalda intentando hundir tu reputación y de paso robarte al novio. Inteligente y mala, combinación peligrosa donde las haya.

Bob el divertido: director de cine, colaborador de un conocido periódico, novio de Condolezza Rice y exnovio de Miranda. Le conocí un día que vino a pedirme apuntes con la lista de los días que necesitaba divididos en "estaba bebiendo en el bar" y "estaba en clase pero estaba borracho". Todas sus historias comienzan con "aquel día que amanecimos en un contenedor", "aquella noche que me subí a un árbol y empecé a gritar: soy un koala" o "aquella noche que mi primo Javier con una curda impresionante se metió en la cabina del tren y lo paró". Con todo, un tío ingenioso, escritor con cierto talento, con personalidad arrolladora e inteligente, menos en lo que se refiere a mujeres, claro.

Playgirl: musicóloga, la más joven del grupo, de profesión sus amantes.

El holandés errante: Escritor, pintor, electricista, filósofo en los ratos libres, buen conversador si está de buenas, antisocial las más de las veces y raro, muy raro.

Patxi: es un cerdo sin paliativos ni matices, a ratos estúpido, en otros cafre y psicópata en potencia. Fotógrafo profesional y amante de las relaciones imposibles con mujeres aún más imposibles que él. Patxi es Patxi y punto, no admite muchas definiciones.

Empanado: desaliñado, con problemas para acabar todo lo que empieza pero cariñoso y un buen tío en general. Siente cierta predilección por mí desde que nos conocimos. El aprecio es mutuo y la razón por la que he acudido a la cena.

Fuimos a cenar a un italiano y luego a tomar algo a un par de bares. Comienzo a beber sangría mientras escucho las historias de la vida sexual de Playgirl, a la que obligo a clasificarme a los tíos por provincias porque ya me hago un lío. Por cierto, a mitad de la noche recuerdo que se da el caso de que todos los hombres de la mesa han pasado por su catre alguna vez. Mientras, Patxi cuenta alguna de sus fantásticas historias sobre su pequeño pueblo vasco, que te hacen pensar si te está tomando el pelo o si directamente le falta medio calendario. Por ejemplo aquella sobre que los americanos enterraron unas placas que habían usado para conectarse con los extraterrestres en la ladera de una montaña, y si ibas allí y te tumbabas en el suelo te ponías moreno por los dos lados a la vez.

Hacia la mitad de la jarra de sangría las conversaciones de Bob el divertido sobre sus borracheras, el holandés errante sobre hentai y películas hiperviolentas y Condolezza sobre su trabajo de investigación comienzan a parecerme bastante más divertidas. Playgirl me pide consejo sobre un trío que le ha propuesto un tío al que sólo ha visto una vez: no sabe si elegir a otro hombre o a otra mujer. Patxi sostiene muy serio que las palomas son en realidad espías de los extraterrestres, porque allá donde vas hay alguna.

Mientras Condolezza comienza a someterme al tercer grado sobre mi vida personal y profesional, así que abandono la sangría, no debo beber más por si me voy de la lengua. Esquivo hábilmente sus preguntas respondiendo a cada una de ellas con monosílabos y acompañándolas de alusiones al resto:
Patxi ¿sigues con esa tía gótica a la que le iba el masoquismo y te clavó en el brazo un anillo de pinchos?
Bob, cuéntanos aquella historia de cómo acabasteis en un bar desnudos y conseguisteis que el resto de los clientes y hasta los camareros hicieran lo propio.
Holandés, ¿sigues con la tía que se había intentado suicidar dos veces y quería intentarlo una tercera?

Finalmente no consigo eludirla por más tiempo e inicio un cuento sobre lo aburrida que es mi vida y mi trabajo. Cuanto más deprimente es mi relato más se le iluminan los ojos. Comienzan todos a darme consejos sobre lo que debería hacer para llevar una existencia tan apasionante como la suya, mientras por dentro pienso que me quedo con mi vida anodina y Condolezza haría mejor en vigilar a su novio, que no me ha mirado a los ojos ni una sola vez en toda la noche.

Son las 5 y media de la mañana y nos echan del jazz bar y el personal se quiere ir a casa, excepto Patxi, que sugiere que se queda si vamos a otro antro y bailo desnuda. El holandés se va con Playgirl, y nadie duda que uno de los dos no dormirá en su casa esta noche, como en tantas otras ocasiones en el pasado. Bob acompaña a Condolezza a su casa, muy cogiditos del brazo, mientras el resto nos dispersamos hacia las nuestras.

En la despedida ni me molesto en fingir que les llamaré o quedaría con ellos a tomar un café a excepción del Empanado. A Playgirl me la encontraré en la biblioteca y el café surgirá sólo, en el que supongo continuará el culebrón "Sexo en Nueva York" donde lo acabamos de dejar. Al holandés errante me lo encontraré en el messenger y tendremos alguna conversación sobre lo trascendente de sus inquietudes vitales, su novia depresiva o cualquier otra cosa. A Patxi le pido el teléfono, porque puede ser un cerdo psicópata, pero es el único fotógrafo profesional que conozco y una nunca sabe. A Condolezza y Bob que les den por donde no da el sol.

AnimArte  

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La sección de arte de hoy va dedicado al cine de animación. Pero no ese que se hace con grandes medios en los estudios de Hollywood, no, uno más de andar por casa que derrocha imaginación donde falta dinero.

Por ejemplo ¿qué pasa si mezclamos al bueno de Chaplin con las pelis de Spielberg?
Edna


Suena música de tango, ¿bailamos?
En tus brazos

Carta a los Reyes Majos  

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Ha pasado un año ya desde que en la víspera de Navidad nuestra amistad y nuestras bromas sobre el duro vaquero y la señorita Rabbit empezaron a convertirse en mucho más. Una mezcla de cariño, pasión y deseo que terminó dinamitando todos los obstáculos que se pusieron en su camino. No fueron pocos: vivíamos a más de 200 km., no nos habíamos visto más que por una pantallita de ordenador, yo me oponía con todas mis fuerzas a una relación a distancia, tú salías de un ruptura dolorosísima con la novia con la que llevabas 9 años, yo aún luchaba contra una depresión, tenía miedo a la opinión de mis padres... Aún no sé ni cómo nos dejamos llevar por aquella locura como para programar una cita a ciegas en una ciudad cercana a la tuya la víspera de Reyes.

Vuelvo la vista atrás y los recuerdos de aquellos dos días se convierten en pedacitos de un puzzle gigante que vienen sin orden ni concierto a mi mente. Desfilan ante mí tu olor, el primer beso que me pediste en el coche mientras el semáforo no quería dejar de estar en rojo para nosotros, tus hoyuelos, aquel sillón, cuando te hacías el dormido mientras intentaba despertarte, el sonido de tu voz susurrándome que te parecía preciosa, mis respingos, los dos besos que me diste en la estación que no me supieron a nada. Tu silueta tras la puerta traslúcida del baño, tus largas pestañas, todo lo que me hiciste reír, tus caricias en mi pelo, la curva imposible de tu espalda, aquella foto feísima que nos hicimos en un fotomatón, el palo que pasé cuando en el restaurante me dijeron que llevaba el jersey del revés y no me había dado ni cuenta, tu piel en la mía, tus manos cogiéndome por la cintura cuando nos perdimos por la ciudad buscando al astronauta y el diablo con el helado de dos bolas.

Lo sé, lo sé, suena a película romántica. Pero fue realmente así, tan jodidamente perfecto que parece un cuento. Supongo que enamorarse tiene ese efecto en las personas. Te vuelves una ameba feliz y sonriente víctima de Cupido, ese bicho volador lobotomizante, que diría Tribeca. En mi caso tras un año para olvidar, precisamente por no poder olvidar, de repente me entraban ganas de gritarle a todo el mundo lo feliz que me sentía. Y por mucho que les pese a los que gruñen que el amor verdadero dura tres meses, esa ilusión no muere.

Por eso este año he pensado que ésta va a ser mi carta a los Majos de Oriente:

Queridos Reyes Majos
Este año no voy a pediros ningún regalo. No, tranquilos, que tampoco será ésta una de esas cartas que piden paz y amor en el mundo. Estaría bien, pero no nos engañemos, con lo que le gusta al género humano machacar a su prójimo es más bien improbable.

Después del regalo que me trajísteis el año pasado (¿cómo sabíais que me pierde que me hagan reír y sean buenos por dentro y estén buenos por fuera?) no me atrevo a pedir nada más. Debí ser una niña muy muy buena para merecerlo, o a lo mejor era vuestra manera de disculparos por cambiar siempre cosas de mi lista. Que bien que convertíais a la chabeli (la barbie era una cursi), el detectinova o el telesketch en unos leotardos, una caja de plastidecores o un chándal azul y amarillo piolín, jodíos.

Así que por lo que a mí respecta tenéis una chimenea, bueno, campana de la cocina, menos que visitar y ya podéis ir guardando el gato tajalápiz sodomita y el muñeco de acción Dios Todopoderoso. Me vale con pediros un pequeñito favor. Que si no ha sido un regalo y ha sido todo un sueño fruto de vuestra magia, por el amor de vuestros turbantes, no me despertéis. Un beso cariñoso para los tres, aunque uno destiña,

aliere
P.D. Quizás sea éste el post que más me ha costado escribir desde que tengo el blog. Y eso en una persona que no calla ni debajo del agua y no se le da mal retorcer palabras es mucho decir. He gastado infinidad de borradores pero el resultado siempre queda pobre, insulso, vulgar. Y nuestra historia es de todo menos eso. Aún con todo me apetecía intentarlo. Feliz aniversario, costillo.

¿Pero esto es arte? II  

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Después del examen de ojo crítico del otro día, en el que al menos a mí me quedó claro que soy incapaz de distinguir un mueble de casa de Tita Cervera de uno de IKEA, mejor nos consolamos con un par de páginas con las que explorar nuestra creatividad.

En la primera podemos crear nuestro propio Jackson Pollock, ahí es nada. Con estas manitas y mi tricotosa, que diría el anuncio. Sólo hay que mover el puntero, hacer click para cambiar de color o pulsar la barra espaciadora para borrarlo todo et voilá.



En la segunda puedes hacer tu propio retrato picassiano, combinando todos los rasgos de la cara y hasta añadiendo tu firma.



Y si alguno es muy manitas y le sobran un par de horas libres pues nada, oye, a dibujar la Mona Lisa con el paint, que poder se puede.

¡Que os divirtáis!