Creo que no hay duda de que las porno están pensadas para el público masculino y que para nosotras la mayoría nos resultan previsibles y demasiado explícitas. A ver, no nos hace falta que, como en el chiste, los protagonistas se casen al final, pero estaría bien sugerir un poco más antes de enseñar y buscar algo más de igualdad. Porque para empezar, las chicas suelen estar cañón, aunque algunas parezcan de plástico de tanto siliconarse, mientras que ellos suelen ser peludos y feos. La otra opción es el porno gay, pero yo seré rarita, pero me dan grimilla los tíos hiperdesarrollados con todas las venas ahí marcadas en los brazos y con ese músculo de la espalda que parece un asa. Puaj. Por si quedaba poco clara la desigualdad en cuanto a quién lleva las riendas de la situación, sólo hace falta fijarse en la diferencia de metraje en función de quién se arrime algo a la boca, y hasta aquí puedo leer.
A eso hay que sumarle los guiones ridículos, que tan bien resumía Gonzo con la historia del reparador de televisores con herramientas de fontanería, la música sesentera o los doblajes raros con voz de oficinista a las 7:30. Por no hablar de las uñas postizas de porcelana azul eléctrico, que señalaba la mercenaria rubia, no pocas dosis de violencia y mal gusto o el óscar a la peor interpretación femenina, con gemidos que harían palidecer de envidia a un heldentenor. El resultado es una industria que mueve cantidades ingentes de dinero y que roza lo grotesco cuando piensas en toda una saga de actrices con la cabeza tan hueca como llena la cartera. Por ejemplo está el famoso caso de Bree Olsen, que tuvo tan pocas luces como para pedir consejo sobre qué hacer porque no le bajaba la regla y ya había tenido un aborto en el último año. Sin palabras, hija.
Lo peor es que se lucran a base de vender una fábrica de sueños que puede terminar en muchas frustraciones cuando se intentan llevar a la realidad. Porque como decía magistralmente la Petite Claudine: "Con el porno sucede una cosa curiosa; todos sabemos que las posibilidades de que tres rubias ninfómanas, esculturales y gemelas vengan a buscarnos a la gasolinera en su masserati descapotable y nos obliguen a limpiarles los bajos en el cuartucho de mierda donde se guarda el aguarrás y el jabón especial para lavar caniches oscilan entre cero y menos dos. Y sin embargo -y esto es lo curioso- todo el mundo se piensa que, quitando ese pequeño detalle, el resto es verdad". Y claro, así nos va, se llena el mundo de adolescentes desorientadas que fingen para quedar bien mientras hacen mentalmente los deberes de sociales, y de machitos acomplejados por tamaños imposibles y empeñados en hacer cabriolas circenses y buscar el punto G, el Q y el abecedario entero.
Como supongo que alguno llegará a este blog buscando cómo encontrar esos recónditos lugares mágicos, que nos conocemos, pillines, ahí os dejo una completa guía Campsa (vía el siempre instructivo blog de sexólogo):
Supongo que la mayoría de los hombres, siempre tan prácticos, estarán pensando mentalmente que ellos no se fijan en esas cosas, que con que se vea chicha no hace falta mucho más. Acción-reacción, o como en aquél mítico anuncio de chocolate a la taza en el que se veía a la chica hacerle una carantoña al chico y ya se le tiraba encima: calentar y listo. Por ejemplo una aprende pronto que el conjunto monísimo de lencería fina obtiene el mismo éxito y te dura los mismos segundos puesto que el pijama de ositos de algodón. Suerte que no soy muy femenina en ese campo y no me importa demasiado. En cualquier caso parece que al final el viejo estereotipo se cumple: a los hombres se les conquista por la vista, mientras a las mujeres más bien por el oído. Puedes preguntar a 10 que casi todas te responderán que les pierde que les hagan reír y tengan una conversación interesante. Mi padre es de los que piensan que además te vuelves irresistible si cocinas igual que tu suegra. Personalmente estoy con los que opinan que la que pretende conquistar a un hombre por su estómago está apuntando demasiado alto.
Pero si hay un argumento contundente que confirme mi teoría de lo poco que se necesita a nivel visual para estimular la imaginación femenina es la siguiente campaña publicitaria. La descripción perfecta de un orgasmo sin ni una sola imagen explícita, ahí es nada.