Mis profesiones  

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Ahora que lo pienso, llevo ya unos meses comentando y aún no os he puesto al día de todas las profesiones que he desempeñado hasta hoy, que han sido muchas y en varios lugares del mundo.

Veamos... mientras estaba de "orgasmus" en París hace unos años descubrí mi talento como gitana pitonisa. Eso me llevó del salón de Flora y el café Bullier a leer el futuro por las calles del mismísimo Japón. Asustada por el éxito de mis predicciones agoreras sobre el rey de Escocia decidí dejar una profesión de tanto yuyu y emigrar a los países vecinos. Primero probé suerte en el mercado de la India vendiendo babuchas, pasteles, pañuelos, panales de miel, esteras... importadas de China. ¡Ay, payo hindú, que me lo quitan de las manos! Mi kimono kiaaa me hacía más exótica para los locales, aunque luego para no desentonar prefería ir por la calle cubierta con mi sari.

Después, en busca de especias para mi pequeño puesto navegué hasta Egipto, donde fui sacerdotisa en el templo de Fthá (Jesús, gracias) y asistí a unos desfiles que ya los hubieran querido por aquí el día del Pilar. Para desgracia mía me tomaron como esclava y terminé ejerciendo como prostituta en Alejandría. De haberlo sido en Francia habría sido deportada a América, como presencié más de una vez desde el puerto de Le Havre. Mi única salida para abandonar esa vida de perdición y pecado fue abrazar la santa fe en el monasterio anacoreta de las Hijas Blancas. El eremitorio en el desierto alejandrino era un poco aburrido, desde luego fue mucho más emocionante aquella vez que fui sacerdotisa de Diana y debía asesinar a todo aquél marinero que pisara la costa de nuestra pequeña isla griega de Táuride. Eso de los sacrificios se llevaba también mucho por la cercana Creta, para evitar el enfado de los monstruos marinos, que cuando se ponían nos dejaban el templo como si hubieran estado luchando por allí los Caballeros del Zodiaco.

El caso es que mi aburrimiento no duraría mucho, porque pronto los conventos pasarían a estar sitiados por hordas revolucionarias. Para poder escapar tuve que hacerme pasar por uno de ellos, y así me encontré de nuevo en Francia. En Reims decidí hacerme azofaifa de avión, que no son moco de pavo los descuentos con tanto viajecito como me estaba metiendo para el cuerpo. Tuve así la oportunidad de volar a Wartburg, donde asistí a un concurso de canto que parecía tedioso hasta que uno de los participantes comenzó a cantar la versión alemana del "Basta ya de tanta tontería, hoy voy a ir al grano te voy a meter manoooo". Decidimos que como no tenía factor x debía viajar a Roma con Pilgrim Airlines para ganarse el perdón de sus faltas, que no tendría lugar hasta que floreciera el báculo del Santo Padre (esas risas..., si ya digo yo que tenéis la mente muy sucia). Ya que estábamos en Italia aprovechamos para asistir a una fiesta de máscaras en el Palazzo Negroni, aunque tengo que decir que arruina un poco la diversión la costumbre que tienen los Borgia de echar veneno en el tintorro.

Peor debe ser lo que echan en el whisky los escoceses, porque a la boda a la que me invitaron los Lammermoor y a la que tuve que asistir vestida de vampiresa gótica, la novia terminó haciendo queso grueyere de su señor esposo en la primera noche. Debió entender mal aquello de que era un buen momento para clavar el estoque. Yo era por entonces dama de compañía de la misma reina, pero en vista de que la pobre pese a tener tres tetas, que dicen que eso tira más que tres carretas, también iba a perder la chaveta decidí huir a un lugar más apacible. Lo hallé en una granja situada en un pueblecito checo, pero finalmente cansada de tanta vaca y tanta murga de la sacristana parricida decidí cambiar kimono, sari, corsé, hábitos y aperos de labranza por el bañador y tostarme al sol en la playa junto a la favorita del rey. Y para lucir tipín en la playa nada mejor que aprovechar mi sueldo de estrella de cine, un poco menguado tras acudir de incógnito a una clínica abortista ilegal, donde lo mismo te venden coca que te hacen una liposucción. Mi último cambio de vida ha sido casarme con el mismo Drácula, con lo que he ascendido a condesa pero a cambio tengo siempre unas ojeras cosa mala.

Eso es todo por ahora, creo que necesito un descanso después de tanto ajetreo y pasar más tiempo con el costillo... que en el teatro.



This entry was posted on viernes, 30 de enero de 2009 at 0:00 and is filed under , , . You can follow any responses to this entry through the comments feed .

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