Bueno, sí que sirven para algo. Desde mi experiencia sirven para causarme transtornos de sueño, hambre a horas intempestivas y ganas de darme a la bebida por salir de trabajar de noche. Supongo que como a muchos españolitos que tienen la sensación de no ver la luz del sol ni al dejar su casa ni al regresar a ella. A lo largo de la historia ha provocado toda suerte de incidentes, desde unos terroristas israelíes que ignoraron el cambio horario y a los que les explotó la bomba en las narices, a ganadores de la lotería argentinos que conocían la combinación premiada dado el cambio de hora entre dos zonas con diferentes husos horarios (podéis leer más aquí y acá).
Lo del ahorro energético debo ser muy lerda, pero no lo capto. No creo que ahorremos más en calefacción levantándonos antes, cuando más frío hace, y en todo caso apuesto a que el gasto en electricidad es claramente superior. Eso en el hogar medio, las fábricas que yo sepan trabajan a turnos y no creo que cambien de hábitos en función de si hay o no luz natural por la ventana, más que nada porque suelen escasear en las naves industriales. Si son ciertos algunos estudios el ahorro energético estaría entre el 0,1% y el 0,5%. Todo ya sin hablar de que resulta un poco contradictorio tener el mismo horario que Estocolmo y no coincidir con la lejanísima Lisboa. O que para una vez que podríamos ir a la vez que Canarias van y les retrasan el horario también. Vamos, que aparte de jodernos los biorritmos y tenernos gachos durante unos meses no le veo mayor sentido.
Al menos una noticia hoy me ha hecho pensar que merecerá la pena pasar mañana el día en las sombras (click en la imagen o aquí para no dejarse los ojos con ella):
Éste no se coscó de que la excusa hacía aguas porque con su móvil de última generación, osea, habría llegado dos horas antes, sí bueno, ¿no? Pa mí que estaba en la peluquería (nota mental: no hacer chistes con esto, que se acerca la navidad y Papá Noel lo ve todo).