Si hay algo bueno de estudiar oposiciones es que de repente la gente deja de importunarte con preguntas sobre cuándo te casas con el costillo y en qué vas a trabajar (parece que vivir a su costa no lo consideran una buena respuesta, cachis). Sería redondo si además cierta academia de preparación de oposiciones dejara de acosarme para que les pague otro riñón por sus apuntes actualizados. ¿Para qué? Si de ellos se extraen impagables lecciones de historia.
Hoy sin ir más lejos he comprendido por qué ha llegado hasta nosotros la fama de gran conquistador del rey Alejandro III de Macedonia. No fue por haber invadido Grecia, Persia, Egipto y haber llegado hasta el Ganges. Es que no podía ser de otra manera, llamándose Alejandro Mango.