El otro día hablando con superwife me contó que lo último es el FuChat, que en contra de lo que su nombre parece sugerir, no es una sala para ligar china, sino un teléfono que interpreta tus emociones. Es decir, mediante unos sensores que analizan el tono de tu voz y tu temperatura corporal puede interpretar cuál es tu estado de ánimo. Y luego dicen los hombres que no hay quien nos entienda. ¡Si este cacharro blanco lo sabe con menos datos!
Lo curioso del invento es que parece ser que según el resultado de su análisis puedes programarlo para que decida por sí mismo que no estás para nadie y desvíe las llamadas o las pase directamente al contestador hasta que estés menos gruñona. Además viene con una especie de tarjetas tipo "no molestar" de hotel para colocar en el teléfono, de manera que el costillo sepa si esa mañana es mejor apartarse de tu camino o si harás tostadas para llevarle el desayuno a la cama.
Yo personalmente le auguro poca vida. Primero por chivato, porque no creo que haya gente con interés en decirles a sus compañeros de piso cómo se siente. Bueno, menos mallorquina con la ogresa con la que convive cuando no paga el alquiler, claro. Lo que pasa es que en ese caso más que un emoticono de mala leche le sería más útil que el teléfono pusiera algo así, a ver si capta la indirecta:
Luego está que realmente no sé si quiero que mi teléfono me diga cómo me encuentro. Porque vamos, si te dice que estás triste encima te baja la autoestima más, como decía Carmen Posadas en su artículo. Recuerdo que los días posteriores a mi ruptura sentimental pasaba ganas de responder "¿y a ti qué cojones te importa?" a un antiguo móvil que se empeñaba en saludarme con un "¿cómo estás?" cada vez que lo encendía.
Pero sobre todo miedo me da eso de que tome decisiones por su cuenta. Si por él fuera nunca recibiríamos llamadas de nuestros jefes, se cortarían las llamadas cuando ponemos verde al servicio telefónico o si estamos con morriña nos perderíamos ese toque de un antiguo amigo que se ha acordado de nosotros y que podría alegrarnos la tarde. Si además el contestador tiene la voz de Pierce Brosnan ya es como para salir corriendo.
No sé, últimamente tengo la sensación de que muchos esfuerzos van destinados a decirnos cómo debemos pensar. Da bastante repelús que además se nos quiera vender como buena una manera estándar de sentir. Así que me quedo con mi desequilibrio emocional, aunque no me entienda ni yo. ¿Alguien quiere unas tostadas?
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on jueves, 16 de abril de 2009
at 12:54
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