El otro día, de buena mañana, casi me dejo las espinillas contra este arcón en la salita. Parece ser que ha sido legado al capitán Haddock por un compañero de tropelías que zarpa como chófer de un yate privado a trabajar 15 días del año y vivir del cuento los restantes.
La cosa está en que no veo qué utilidad le vamos a dar en el salón. ¿Lo tendrá para guardar los frutos de sus saqueos? ¿Para esconder cadáveres de amantes díscolas?
Pero esto no es lo más raro que te puedes encontrar por las mañanas en esta jaula de grillos. Hace unas semanas, cuando aún con la legaña puesta me dirigía a darme una ducha que me hiciera lo suficientemente persona como para tomarme un café, observé con extrañeza una delicada labor que pendía de la barra de la cortina de ducha. ¿Pero qué...? Pues sí, señores, es una auténtica red de pescar, ya que el capitán no ha encontrado lugar mejor para hacer sus deberes ahora que cursa un módulo de cabotaje. Ahí tienes, Mercenaria, la red que primorosamente teje el capitán en sus ratos libres, aunque como últimamente está siempre a la misma altura, yo sospecho que hace como Penélope y lo que teje por el día lo desteje al llegar de farra por la noche.
Yo tengo la extravagante teoría de que a través del baño se puede conocer mucho sobre la personalidad de su dueño. Por si la red no era un toque suficientemente exótico, otros elementos curiosos adornan esa habitación. Uno de ellos es el bote de jabón Sánex, sin pitorro, que jamás ha sido usado (obsérvese en la foto ampliada la roña que tiene encima) pero que Haddock se resiste a tirar. ¡Con lo que me costó que se deshiciera por fin del bote anterior, que había permanecido vacío en un rincón de la bañera desde el día de la mudanza hace poco más de un año!
Ignoro la razón para tan extraño coleccionismo, pero parece ser que viene de familia: el otro día el costillo descubrió que mi madre atesoraba un bote de mercromina casi acabada que al ponerlo boca abajo no dejaba caer ni una gota. Me pregunto cuántos años harán falta para que la mercromina alcance esa consistencia, sobre todo teniendo en cuenta que cada vez que te tiene que echar una gotita en un nudillo a mi madre se le escapa medio frasco y te lo deja como el dedo de ET. No sé, ¿será un síntoma de demencia senil familiar precoz? Porque si sólo fueran los botes... de no ser por mí mi okupa favorito jamás tiraría el cartón del papel higiénico. Una vez que me puse en huelga de rollos cambiados llegó a acumular 7 apilados unos encima de otros, y ante mis acusaciones histéricas me respondió con envidiable espíritu zen que no los había visto.
Aunque quizás el extremo del fetichismo por los objetos inútiles en mi casa no se encontraría en el baño, sino en la nevera. Un día descubrí en ella una rodaja de jamón y otra de salchichón tan arrugados y resecos que ni golpeándolos contra la mesa dejaban de estar tiesos. ¿Será un experimento pirata para deshidratar los alimentos y así librarse del escorbuto en alta mar en tiempos de carestía? Seguiremos informando, arrrr.