El otro día se conjuntaron los planetas y me pude ir a comer con una amiga, que a falta de mote podría definir como una conciencia diferente, y claramente femenina, en voz alta. Entre platos y risas nos pusimos al día y me planteó este interesante dilema:
"Imagina que tienes una relación en la que eres feliz. No tiene grandes altibajos, ni desborda una pasión que te hace sentir por las nubes ni al día siguiente te hace sentir desgraciada. Tu pareja es todo lo que pensaste con la cabeza: un buen novio, un buen futuro padre para tus hijos, un compañero, un amigo.
Hace tiempo tuviste otra relación con alguien que era todo lo contrario. Una relación más difícil con una de esas personas que cuando se sienten atadas se alejan, y cuando están lejos se dan cuenta de que te añoran. Los encuentros y desencuentros afectan a tu estabilidad emocional, pero a cambio esa persona te hace sentir una pasión incontrolable. No lo has conseguido olvidar, después de años, pero no te ves ahora mismo dejándolo todo por una persona que vive a mil kilómetros y no está nada claro se comprometería a dejarlo todo y a todas por ti.
Y aquí estás, ¿sacrificarías una relación que te hace feliz pero no es tan emocionante y apasionada por una aventura, en todos los sentidos de término, pensando que sólo se vive una vez? ¿Y si esa historia no está a la altura de tus propios recuerdos? ¿Y si con el tiempo acaba siendo tan estable y predecible como la primera, una vez pasado el enamoramiento inicial? O al revés, ¿y si terminas sacrificando más en aras de la comodidad? Dicho de otro modo, ¿amor o pasión?"
Y mientras meditáis la respuesta os dejo con una canción que apuesta por la segunda opción, por hacer que ni las distancias ni los idiomas importen. Pese a que yo me quedaría con la primera, porque de pasiones locas ya tuve para rato y prefiero buscarlas en quien me da seguridad. Lo que, a su manera, también supone toda una aventura, no me digáis que no.